Acoso escolar: cómo lo sufrí y como lo superé con ayuda

En el anterior (post) hablé sobre una desacertada campaña en contra del bullying, y siguiendo por esa línea, os voy a contar mi experiencia con el acoso escolar, ya que fui víctima de él y fue una de las cosas que me provocó una gran depresión, como ya expliqué en otro (post). 

Todo comenzó con el paso de parvularios a primero de primaria. Antes ya había tenido alguna que otra experiencia jodida, pero por suerte, se quedó en meras pullas y nada grave, pero cuando empecé en primaria, tuve una de las peores profesoras que he tenido en mi vida (y no solo yo, más niños tuvieron la mala suerte de tenerla y aunque se haya notificado todo lo que hace, el colegio nunca ha tomado medidas, maldito nepotismo). Todo iba bien hasta que ella, hizo una clara separación entre sus alumnos, adquisitiva y buenas notas, que prácticamente son lo mismo, ya que al ser hijos de, ella les daba un trato de favor que se aprovechaban para tener buenas notas. No era una mala alumna, para nada, al revés, me encantaba estudiar y esto se reflejaba el día a día, pero con la única diferencia de que yo no era hija de, y mucho menos tuviera un nivel adquisitivo alto, que no es que eramos pobres ni nada, eramos del montón. A ella esto le jodía, y empezó a hacer que yo fuera el centro de todas las burlas. Me echaba la bronca por nada, me hizo cambiar alguno de mis hábitos como el tamaño de mi escritura y otras muchas más que ojalá pudiera recordar, pero al pasar tantos años, no tengo la mente tan fresca. Esto hizo que se creara un grupo de niños que manejara el cotarro, que todo lo que ocurría en clase era porque ellos habían dicho o hecho algo, y ahí es cuando empezó el yo contra el mundo. Peleas, insultos, marginación... nada me hacía daño, hasta el fallecimiento de mi abuelo debido al cáncer. Recuerdo el momento del patio, en el que yo ya había decidido evadirme para que nadie me dañara, me alejé, pero los niños se divertían con su crueldad, me rodearon y tiraron mi botella de agua al suelo, vaciandola -sabían que no podía beber del agua de la fuente por problemas de salud- y riéndose de mí. En mi momento más fuerte, les habría plantado cara, pero mi estabilidad mental se rompió y en ese mismo instante, lo que encontré más lógico de hacer era no responder, aunque al aguantarme las ganas de partirle la cara, lloré. Los niños se creían que era por debilidad, pero tuvieron suerte de que mi frustración se aligerara con el llanto, porque no quiero ni imaginar que hubiera podido hacer en ese momento. 

En ese mismo instante empecé a experimentar mi primera depresión de muchas. Al ser más débil mentalmente, empecé a cerrarme a la gente y a tener pensamientos suicidas, mucha gente cree que cuando eres tan pequeño no puedes tenerlos, y sí, se puede, no se piensa en un suicidio como tal porque no se tiene conciencia de ello, pero se sentir así o mucho peor, porque al ser tan joven no entiendes que es lo que estás sintiendo en ese momento, y se mezcla la ignorancia de por medio, y las cosas se complican. Tenía 7 años en ese momento y ya fantaseaba con desaparecer o con saltar por el balcón de mi habitación. Cómo ya expliqué en el otro post, el echarle huevos a una situación no te salva de nada, y mas cuando todo ha sido originado por alguien que en teoría debería ser quien parara todo esto, no que lo iniciara. Cuando pasan estas cosas, te sientes mal, crees que los adultos tienen razón y es cuando te planteas que a lo mejor la culpa la tienes tú, cosa que quieren que sientas para así nadie les señale sus errores.

Tras mucho tiempo así, mi madre llegó a darse cuenta de todo lo que ocurría al verme que siempre estaba sola en el recreo. Hizo todo lo que estuvo en su mano por denunciar esta situación, la trataron de loca y dijeron que yo no decía la verdad, no se rindió y decidió llevarme a una psicóloga para que me ayudara a superar este mal trago. Me dio un montón de consejos que me ayudaron a seguir adelante, a tranquilizarme -ya que siempre lloraba, y esto alimentaba el deseo de los niños para meterse conmigo, menos mal que decidí hacer eso y no meterles un puñetazo, porque la historia que ocurriría después ya la conocéis, sería expulsada y culpada de todo, obvio- y lo más importante, relacionarme con otros niños. Si, los payasos de mi clase no eran los únicos allí, habían otros cursos, y logré que un grupo de niños del curso anterior me dejara integrarme, y acompañarlos a la hora del recreo, un momento de paz y tranquilidad que me ayudó a superar el mal trago un poco mejor. La especialista notaba que mejoraba, era mas sociable, pero seguía viendo que algo estaba fallando, que no mejoraba del todo, y ahí es cuando decidió ir a hablar con el centro ella misma. Al principio todo era bonito, idílico y no había nada malo, pero claro, su carrera y su experiencia le daba ventaja a esas mentiras que le decían en la cara, e hizo algo que no se como explicar, pero ahí voy. Le dio a mi profesora un sobre, que era como un plan para describir mi comportamiento todos los días, es decir, si me portaba mal me ponía un rojo y si me portaba bien, un verde, todo esto con una explicación que después tendría que dársela a ella, todo esto con un claro objetivo, hacer que me valorara, sabía notar cuando mentían y cuando decían la verdad, así que con todo esto, después hablaría conmigo y ahí es cuando sabría si lo que había escrito era cierto o no, porque a una niña no se le da tan bien mentir y aunque yo dijera algo distinto para inculparme, sabría que no era así. Yo recuerdo que esto me daba un poco de ansiedad cuando comenzó, ya que me ponía en el compromiso de hacer las cosas bien sin darme cuenta de que no estaba haciendo nada distinto a antes, pero al igual que yo estaba algo nerviosa, mi profesora también, ya que notaba que su reinado del caos iba a perecer. Pasaban los días y notaba como no se metía tanto conmigo, que empezaba a ser mas "benévola" y que los verdes abundaban por doquier, haciendo que el miedo por portarme mal se evadiera un poco. Al igual que mi sicologa charlaba conmigo, también lo hacía con ella, Aun recuerdo cuando habían finalizado las clases de tarde, y yo me había olvidado de algo en el aula, no era consciente de esas reuniones y cuando me acerqué lo suficiente, pude escuchar como mi sicologa amenazaba a mi profesora con tomar medidas contra ella, porque había descubierto el problema ¿Sabéis lo que ocurrió al día siguiente? Algunas de las niñas que me hicieron la vida imposible, vinieron a pedirme perdón en fila queriendo ser mis amigas, hecho que acepté, ya que nunca he sido una mala persona y me daba cierta pena verlas así. La sensación que sentí en ese momento se podría comparar como cuando llevas mucho tiempo aguantándote y por fin llegas al baño, esa relajación de saber que ya no tenía que sentir miedo, fue increíble.

Aunque después de todo esto aun me quedaba un año estando con esa bruja, pude finalizar el tratamiento psicológico y tener una vida mas tranquila, aunque algún que otro momento tuve una mala experiencia con ella, porque hubo un momento en el que se sobrepasó y me agredió físicamente, un hecho que no se quedó en nada, ya que los niños ya se habían quitado ese control que ella ejercía sobre ellos y nada más salir de clase buscaron a mi madre para decirle que ella me había zarandeado con fuerza mientras me gritaba. Con el paso del tiempo, su actitud cambió conmigo, hasta se puso algo cariñosa, algo que yo rechacé debido a que no se merecía que la tratara de esa forma, quería que sintiera que lo que había hecho estaba mal, quería que me pidiera perdón, algo que debería haber hablado con ella, lo sé, pero en esa edad era demasiado joven como para tratar una conversación así y más estando a solas con ella, a saber que idea se le habría pasado a una persona como esta.

Y esta es mi experiencia con el acoso escolar, un hecho que aunque parezca poco creíble, ocurre más de lo que nos pensamos. Los adultos somos el ejemplo de los pequeños, y en el caso de algunos padres que educan a sus hijos para ser los "mejores" a costa de ser unos cabrones o de los profesores, que les gusta ser unos dictadores, se crean este tipo de actitudes que pueden llegar a costar la vida de un menor. Debemos concienciar a la gente de que sea mas consecuente con sus actos, de como enseña a los menores para que no sean tan tontos de cometer esos errores y de joderle la vida a otros. Campañas como las que critiqué en el post anterior no sirven de nada si no se pone en practica un método de educación tanto para los niños como para los adultos, porque al final el problema siempre reside en el mismo punto, los padres. Esto es todo por hoy, espero que os haya gustado y nos vemos en el siguiente post.

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