CAPÍTULO 1 - LA HUÍDA (KAERU NO GUNTAI)

     Buta comenzaba a perder la esperanza. Tal era su cansancio, que creía ver visiones a lo lejos. Frotó sus ojos y estos se acostumbraron a la luz solar incesante. No estaba equivocado, a lo lejos había un hombre que estaba teniendo dificultades con su carro. Su burro tenía estaba con la lengua fuera. El cerdo semihumano trató de acercarse, pero nada más el hombre sentir su presencia, lo apuntó con su bastón, amenazándolo. Buta alzó sus manos y tragó saliva. Estaba con lo puesto, no tenía nada para defenderse, así lo demostró con su idefensión, pero aquel señor no se quedó satisfecho. Dio un paso al frente y le golpeó con todas sus fuerzas. El burro, de los nervios, comenzó a tirar del carro con tratar de huir. El ruido llamó la atención de un soldado, que bajó de su caballo y corrió a preguntar que es lo que ocurría:

         -¡Este puerco semihumano intentó robarme! -gritó el señor- ¡Haga algo por favor!

El soldado sacó la espada. Buta tomó distancia del enemigo, caminando hacia atrás, hasta que cayó al suelo. El soldado alzó la espada, con intención de atacarlo. Buta rodó hacia un lado y escuchó el sonido del metal al lado de su oreja. El sudor frío recorrió su frente. El soldado la desatascó y la volvió a alzar. Buta cerró su puño, notando la tierra y las piedras en ella. Como acto reflejo, antes de que le volviese a atacar, se la lanzó al rostro. El soldado dio un paso hacia trás mientras se llevaba las manos a la cabeza. Buta empuñó la espada y lo tomó del cuello. Caminó hacia atrás agarrándolo con fuerza. El soldado tragó saliva y le susurró que tenía familia, que le quedaban semanas para volver a verlos. Buta no le tembló el pulso, posó el filo y le desgarró, dejando que cayese de rodillas delante suya, mientras se agarraba el cuello. Buta se pasó la mano por la mejilla, le había salpicado un poco. El señor, nervioso al ver la escena, comenzó a implorar clemencia:

          -¿La tuvisteis hace medio siglo? -preguntó sin dudar- 


          -¡Solo era un niño! -gritó el hombre- ¡Un niño!


Se echó al suelo, agarrándose a las piernas de Buta. El burro comenzaba a ponerse nervioso al escuchar los lloros. Buta cogió el pelo del hombre, echó la cabeza atrás, dejando al descubierto la garganta y manteniendo el pulso, la cortó. Miró el cadáver, este portaba una capucha y lamentó no habérsela quitado antes. No dudó ni un segundo más, ayudó al burro a tirar del carro y superar el bache, y una vez que este se liberó, subió al carro y le ordenó que siguiese su camino.

Vio un poblado cerca del lugar, pero no habían señales de vida en él. Era un mal presagio. Durante su travesía, había visto a pocas personas y a ningún semihumano. Sin duda, estaba en una zona exclusiva, a pesar de la tregua, no sería bienvenido. Atizó al burro con las riendas y este aceleró el paso. El pueblo estaba semiabandonado, había alguna que otra casa habitada, pero solo por ancianos que miraban por las ventanas melancólicos y asustados. Buta no era el único al que se lo habían arrebatado todo, pero tampoco sentía mucha pena por aquellos que maltrataron a su pueblo décadas atrás. No supo por qué sentía esa rabia, ya que sus actuales enemigos eran otros, pero aquellos pensamientos se le fueron de la cabeza, cuando a la salida del pueblo, un par de soldados le dieron el alto. La calzada estaba ocupada por dos de sus caballos, que se movían de un lado para otro, comandados por sus dueños los sanguinarios:

        -¿Qué ocurre señor soldado? -preguntó Buta- ¿Están cerca?


El hombre negó con la cabeza, explicó que quería saber a dónde se dirigía. El cerdo explicó que era un mercader. El soldado miró a sus compañeros:

         -¿En territorio humano? -preguntó extrañado- ¿Cómo lograste escapar de la zona asediada?


          -Soy hijo de esclavos, me crié con humanos -mintió, sin saber cómo se le había pasado dicha información por la cabeza- 


          -¿Tienes la identificación del rey? -quiso saber uno de los soldados a lomos de su caballo- acredita a sus comerciantes para facilitar las conexiones.


Buta se quedó en silencio y dijo que entraría a buscarla. Cuando se ocultó en el interior de tela, trató de tranquilizarse y empezó a mirar por todos los lados. Abrió los barriles llenos de frutas, las cajas de hortalizas, las bolsas de prendas, hasta que vio algo de oro emerger entre estas. Lo tomó y lo examinó de cerca. El sello del reino estaba en él, así que debía ser eso. Tragó saliva y salió, mostrándolo. Los soldados a caballo bajaron con prisa y se arrodillaron, el otro soldado los imitó:

            -¡Señor alteza! -gritó uno de ellos- ¡Jefe del gremio!


       -No tienen por qué arrodillarse -murmuró Buta sorprendido por la situación- solo quiero proseguir mi camino.


Estos asintieron mientras no osaban mirarle a los ojos. El cerdo se volvió a sentar en la banqueta y cogió las riendas. Las movió y el burro comenzó a caminar. Unos metros alejado de estos, comenzó a escuchar unos gritos. Miró hacia atrás, con curiosidad. Vio como un soldado se bajaba de un caballo y corría hacia sus compañeros. Estos miraban en su dirección y Buta supo que lo habían descubierto. Miró al frente y atizó con fuerza para que el burro acelerase su paso y así comenzar su huida.

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