MANITAS DE CERDO - IRIS & DUNE
De pequeña, imaginaba mi vida adulta siendo una mujer de éxito. En un mundo post-apocaliptico, tenerlo era sobrevivir. Ahí estaba yo, sentada en el balcón de mi piso, observando como los zombis caminaban sin rumbo fijo. Iris no paraba de gruñirme, odiaba las alturas y quería que entrara en el interior. Cuando cerré la ventana, me di cuenta de que estaba en el mismo lugar que hace unos meses. Nada más pensarlo, entre en shock. Acaricié a Iris y le murmuré el hecho de que debía salir de casa. Tenía una misión, pero ella no parecía estar muy por la labor. Era insistente y sus ladridos podían alarmar a los no muertos, así que no me quedó otra que hacerle caso. La miré a los ojos y empecé mi comunicación no verbal perruna. En mi mente era más espectacular, pero lo único que conseguí era hacerla rabiar más. Salí al salón, ella pasó por mi lado, dirigiendose a la entrada y allí se sentó. Volteó su rostro hacia a mi y comprendí lo que quería. Empezó a jadear y suspiré:
-¿Calle? -pregunté-
Ella ladró una vez y se volvió a sentar. Me señalé a mí y a ella, para luego apuntar a la puerta, lo que hizo que ella volviese a ladrar. Me crucé de brazos y negué con la cabeza. Era una locura salir allí fuera. Iris gruñó y se acercó para tirar del pantalón.
Estabamos en la entrada del portal de nuestro edificio. Llevaba a Iris con la correa corta y en la espalda, una mochila. Me acerqué dónde debía estar la puerta, ya que en los días anteriores, había apoyado maderas para evitar que desde fuera se pudiera ver el interior. Nada más apoyarlas en la pared, pude ver que la situación estaba calmada. Me asomé al exterior, ningún zombie a la vista, fuí a ordenarle que podíamos salir, pero cuando miré al interior, descubrí que ya no estaba. Unos ladridos hicieron que mi cara se quedara blanca como la tiza. Y allí estaba, ladrandole a un montón de zombies que se le acercaban. Ella empezó a correr:
-¡No puede ser! -corrí en su dirección- ¡Por qué te tienes que parecer tanto a mí!
Ella corría por delante de mí. Llegó al parque, se encaramó a uno de los columpios que había allí y aminoró el paso. Yo salté la valla y esquive a unos cuantos zombies. Corrí por al lado del columpio y ella, al verme, adivinó lo que quería hacer. Ella empezó a segurime y cuando llegó al final del columpio, saltó a mis brazos.
Sentada en el suelo de una tienda. Intentamos descansar. Iris miraba hacia un pasillo, era el de la comida para animales. Cogí unas barritas para los dientes y le di una, mientras me guardaba el resto en la mochila. Ella se la comió tan tranquila, como si no hubiera pasado nada:
-¿Ves como no era buena idea ir las dos juntas? -pregunté yo- ¡Casi nos morimos!
Ella me miraba de reojo mientras seguía comiendo. Levantó la cabeza y miré en la misma dirección. Los zombies se habían olvidado de nosotras, pero rondaban cerca de la puerta. Me fijé en el reloj de pared, que aun funcionaba y supe que estaríamos allí por muchas horas.
Había cargado ya la mochila de comida y cosas que necesitaríamos para la próxima semana, pero necesitaba algo más importante en ese momento, algo con lo que pasar el tiempo. Me dirigí hacia la trastienda y allí vi un pequeño almacen, así como un baño. Me puse a mirar todo, hasta que encontré una nota en una estantería. Un padre de familia explicaba a sus hijas que se había tenido que marchar, ya que la situación se había puesto dificil. Se había dirigido hacia el cuartel militar de la capital. Me guardé la nota e intenté recordar dónde estaba ese sitio. Como buena humana, acostumbrada a la tecnología, recordaba la parada de metro que me dejaba cerca del lugar, pero no como llegar allí con otros medios. Suspiré y traté de buscar un mapa, pero nadie tenía de esos en aquellos tiempos ya, eran más de google maps. Escuché a Iris gruñir. Asustada, me quedé junto a la pared dónde estaba la puerta. Ella lo hacía enrabietada, como si estuviera apunto de comerse a alguien. Me asomé lentamente y vi que había cogido un muñeco. Suspiré de alivio y la regañé por haberme asustado, traté de quitarselo, pero ella me miró triste. No pude superar su chantaje emocional, así que lo metí dentro de la mochila y le prometí darselo cuando llegaramos a casa, cuando estuvieran a salvo.
Terminamos de cenar. Al salir de la tienda, todo estaba en silencio. La comisaría quedaba cerca, así que no quise demorarme más. Al llegar, traté de abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. Con una linterna, quise alimbrar el interior, para ver si había alguien, miré hacia atrás y no había ningun enemigo cerca. Con el culo de esta, me valí para romper el cristal, haciendo que Iris se sobresaltara. Metí la mano y la abrí. Dejé la mochila y a Iris en la zona de la recepción, en caso de que tuviera que salir con prisa. La sala principal estaba llena de mesas, fui mirando una por una, para ver si había algo de valor. Entré en los vestuarios y el cuerpo sin vida de un agente, me alegró, a pesar de la desgracia claro. Lo palpé en busca de alguna arma, sin embargo, solo encontré una porra extensible, algo que me llamó la atención. Seguí mirando por el suelo, hasta que me percaté de que el arma estaba allí. Me senté e intenté trastear con ella. Saqué el cargador y me di cuenta de que estaba descargada. Al alzar la mirada, pude ver unos cuantos disparos en la pared. Tragué saliva y me puse de pie. Estaba sin balas pero tenía su función, así que la deje en el bolsillo y la porra la sujete poniendola por el interior del pantalón. Un leve golpé, hizo que me asustara. Salí a la zona de recepción, regañando a Iris, pero esta me miró incredula, no se había movido del sitio. Otro sonido me alarmó, el de una boca masticando. El miedo se apoderó de mi. Seguí caminando, hasta que vi una puerta semi abierta. Alumbré el interior y no vi nada, hasta que algo de grandes dimensiones intentó abalanzarse sobre mí, con la suerte de que cerré la puerta y pude salvarme. Me mantuve sujetandola, hasta que una mano atravesó la puerta de madera. Me alejé con rapidez, cayendo hacia atrás. Me apoyé en la pared y cuando reaccioné, comencé a correr al exterior. Cogí la correa de Iris y la mochila. Caminé hacia el exterior, escuchando como la bestia luchaba contra la puerta. Me di prisa en salir, pero cuando quisimos darnos cuenta, en las afueras, nos comenzaron a rodear ¿Cual era nuestra misión ahora? Escapar con vida.
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