CITA CON EL DIABLO - 16/52 RETOS DE ELDE
Me encontraba delante del restaurante donde había quedado. Miré el telefono, tenía un mensaje de mi superior. Me instaba a no cagarla, era mi primera gran misión, de ello dependía atrapar a Zigor, uno de los mayores delincuentes que estaba asolando la ciudad. Sus crímenes no eran simples, se le achacaban varios secuestros y homicidios, a jovenes adolescentes hasta niños. Su tapadera era ser el director de una escuela infantil pública, donde en la mayoría de casos, habían niños de todas las edades, con problemas familiares, y fáciles de olvidar por los medios convencionales. Así sin más, parece que mi trabajo este hecho, pero no lo es. Tuve que entablar una relación con él, hasta el punto de llegar a empatizar con su dolor, entender por qué hacia esas cosas. Sentía cierta pena por él, y sentimientos que aun no sé descifrar. La mayoría de gente me tildaría de loca, hasta yo misma lo hago, sacrificar todos mis esfuerzos por esto. Tomé aire y miré hacia la ventana, que daba al interior del local. Escudriñé el interior, con la esperanza de que aun no estuviera dentro. Al no verle, suspiré, tenía tiempo de fumarme un cigarro. Metí la mano dentro del bolso, la pasé por cada lugar de aquel trozo de tela:
-¿Te has olvidado de algo importante? -preguntó una voz familiar, que me heló el alma-
-No, no... -susurré mientras me giraba hacia él- buscaba mi telefono.
Zigor alzó su ceja y sentí que la habia cagado. Aseguró que me había visto mirandolo hace un momento. Sonreía, echandome un mechón de pelo por detrás de la oreja con rapidez y miré al suelo:
-¿Se te habrá caído? -dijo mientras hacia lo mismo- ¿Una llamada importante?
Demasiadas preguntas, mala señal. Evité mirar a sus ojos, estaba emanando debilidad. Sí, tener cariño a una persona no es bienvenido en esta profesión. Tragué saliva y escuché la campanita del local. Zigor había abierto la puerta para dejarme entrar. Me dí prisa en hacerlo, y una camarera se acercó:
-¿Teneis reserva? -preguntó con una amable sonrisa-
-Sí, a nombre de Juan Carlos -respondió Zigor-
<<¿Juan Carlos?>> pensé por un momento. Cuando reaccioné, me di cuenta de que lo había conocido por otro nombre, con otra de sus tapaderas, a través de una aplicación de ligues. Al sentirme tan tonta por haber podido caer en ese enorme error, sentí que mi corazón se aceleraba. Retiró la silla de la mesa, ofreciendo que pudiera sentarme en ella. Lo hice y cuando la mujer extendió un menú, se la arrebaté con prisa para taparme la cara con ello. No sabía si era nerviosismo, amor, miedo... etc. No entendía que era lo que sentía de verdad, sabía de sus actos, pero no me estaba importando, estaba perdiendo el norte:
-Me gustaría saber más de ti -murmuró Zigor, ahora más conocido como Juan Carlos- ¿Tienes alguna afición?
-Si supiera una en cuestión, te lo podría decir, pero no tengo mucho tiempo para descubrir que es lo que me gusta hacer.
A Zigor pareció encantarle aquella respuesta, había llamado su atención, y ahora no me sentía tan en desventaja. Se ajustó el pelo, mostrando una sonrisa:
-¿A qué te dedicas? -preguntó- yo me dedico al sector de la educación, soy profesor.
Dejé la carta a un lado, tomé una copa y me serví del vino de cortesía. Cuando invitaba la casa no era la mejor opción, pero necesitaba un trago. Un sabor amargo, grave error, la comisura de sus labios se contoneó. Volvía a perder:
-Soy bailarina de pole dance -decidí mentir-
Pensé que aquello lo dejaría un poco atado de manos, era un hombre de buenos modales, pero con su expresión, pude ver que no. Me estaba mirando como un objeto sexual, me estaba convirtiendo en su potencial víctima, y sea lo que sea que echara en el vino, me estaba empezando a hacer efecto:
-¿En qué club actúas?
De ese detalle tambien me había olvidado. La droga no me dejaba pensar con claridad. No sabía hasta que punto habría podido rondar los clubs de alterne. Si era un cliente recurrente de estos, o solo uno de paso. Decidí sonreir, pues no me quedaba otra opción:
-¿Qué es lo que te ha hecho tanta gracia? -preguntó Zigor-
-Nada, solo he recordado algo de mi pasado -decidí seguir con mi recien creada tapadera- me recuerdas a un cliente.
-Puede que fuera yo -bromeó- en serio ¿En qué club actuas?
Me hice la timida, lo tanteé, hasta que decidí contarle que no trabajaba en lugares fijos, pues temía de que mi familia pudiera descubrirme. Me tapé media cara, haciendo entrever que me ocultaba el rostro. Aquello emocionó a Zigor, sus ojos brillaban, habia conseguido ganarle cierto terreno:
-¿Tu familia? -preguntó- ¿Estás casada o algo?
-No, aun vivo con mis padres, problemas de deudas y esas cosas.
Zigor volvió a mostrarse indeciso. Tenía que andar con pies de plomo, tenía que hacerle sentir que nadie me queria, que tenía problemas que nadie quisiera resolver, para hacerle creer que sería mi heroe, pero no podía pensar con claridad, cada vez que le miraba a los ojos, era como una punzada en el corazón. Levanté mi dedo, diciendo que debía ir al baño. Tomé mi bolso antes de que pudiera tomarlo, y le sonreí mientras me disculpaba. Cuando entré en una de las cabinas, puse el telefono a llamar y mientras se efectuaba la llamada, decidí devolver todo lo que había tomado durante la tarde. Un lavado de estomago casero. Mi superior contesto, preocupado al escucharme así. Me recuperé de las arcadas, me aparté el pelo y tomé el telefono:
-Informame de todo -dijo con voz seria-
-No creo que sea capaz de detenerlo, solo te aviso de ello, tambien de que tiene todo bajo control.
-Eso es algo que ya sabiamos -respondió el superior enfadado- ¡No pierdas el tiempo!
Me mordí la lengua, para evitar decir cosas que pudieran afectarme. Acaté las ordenes y salí. Puse el telefono en el bolso, lo dejé en el lavabo, y decidí asearme, así como hacer unas cuantas gargaras. Una vez preparada para volver a la carga, decidí salir, como si nada hubiera pasado, cuando de repente, me lo encontré de frente. Se había preocupado, o eso hacía ver, pues había tardado más de lo que pensaba. No entendía por qué me sentía emocionada, estaba actuando, pero nadie se había tomado tantas molestias:
-¿Qué haces aquí? -pregunté- ¿Y la mesa?
-No te preocupes, estaba guardada a mi nombre -dijo mientras se dejaba de apoyar en la pared- ¿Volvemos?
Asentí, siguiendole de cerca. Volvió a ser un hombre cortés, deslizando la silla hacia atrás para que pudiera sentarme. Él hizo lo mismo. Levantó su mano, y un camarero se acercó para saber que es lo que íbamos a pedir. Pillé cualquier cosa, quería saber hasta donde era capaz de llegar, así que elegí lo más caro. Necesitaba ponerlo al límite. Dije mi pedido en alto, haciendo que Zigor se quedara alucinado. Un simple profesor no podía permitirse un restaurante como ese:
-¿Están seguros? -dijo el camarero algo sorprendido por la reacción-
Le miré a los ojos, muy decidida, haciendo que este tuviera que doblegarse. El camarero se llevó las cartas, triunfante.
Ibamos por el segundo plato. No avanzaba en nada, me equivoco, si lo hacía, pero en mis sentimientos. Parecia otra persona en su tapadera, no era como se mostraba en las fotos, o en los mensajes que mandaba, amenazando a todo aquel que se le interpusiera. Era distinto, tanto que atraía, ya por los secretos no desvelados, o sus razones detrás de toda esa salvajería. Esto era como un libro, de esos donde el malo era el bueno, y a mi me daban ganas de ser esa heroina, descubriendo ese gran detalle:
-¿Te lo estás pasando bien? -preguntó, sacandome de mis pensamientos-
-¡Sí, sí! -contesté- ¿No lo parece?
-Solo preguntaba, no tienes por qué reaccionar así.
Debía estar más concentrada, si nos perderia una gran oportunidad, otra vez. Quería saber como le gustaban las mujeres, así que decidí preguntarlo:
-No tengo un tipo ideal de persona -respondió Zigor, muy calmado- puedo tener una relación con cualquiera, no distingo entre generos, razas, etnias, ya sabes.
-Eso es algo bonito -sonreí como una tonta- no siempre se encuentra a alguien así de bueno.
De nuevo caía en su juego. Me quedé en silencio, llamando su atención. Este dejó el tenedor en su plato, preguntandome si me encontraba bien, a lo que respondí que estaba algo enferma del estomago, y que no debería haber venido, pero que no quería ser una mala persona. Aquello volvió a hacerlo sonreir, daba miedo, cuando se dio cuenta de esa reacción, decidió disimular ofreciendome un poquito más de vino:
-No gracias, ya te he dicho que me encuentro un poco mal -respondí extendiendo la palma de mi mano- Por favor, solo quiero un poco de agua.
-Mujer, solo son los nervios, hasta hace un momento estabas bien.
-Juan Carlos, te lo digo en serio... -susurré- no quiero vomitar en medio del restaurante.
El telefono comenzó a sonar de repente. Los dos nos quedamos en silencio, creyendo que era el movil del otro. Suspiré al sentir que era el mío. Me disculpé y salí afuera del restaurante. Se trataba de mi superior, que estaba preocupado por como estaba yendo la conversación:
-¿Cómo está yendo? Espera ¿Me habeis puesto un microfono?
El superior me dijo que era obvio, que lo iba a necesitar en caso de emergencia. Me enfadé, pues era algo que debían decir. Al pensar, podía haber dicho un millar de detalles, todos sobre mi vida sexual, habría sido la risa de toda la comisaría. Tomé aire, y le pregunté que habría pasado en ese caso:
-¿Por qué tienes que compartir esos detalles con un delincuente?
Esa pregunta me pilló desprevenida. Era logico, no podía irme de la boca, cualquier detalle podría entorpecerlo todo. Pedí perdón, sin ser culpable de nada, y aseguré que debía volver, pues Zigor se estaba impacientando. Cuando colgué el telefono, volví al interior. Mi cita ya se había terminado su plato. Planteandose el postre, se interesó por mi conversación:
-Mi chulo, me ha dicho que esta noche tengo que trabajar más -respondí mientras me sentaba- ¿Qué vas a pedir?
Mientras me terminaba el chuletón, él aseguraba que los profiteroles era algo que le encantaba, y que no podía comer muy a menudo, debido a la dieta rigurosa que seguía. Aquello me pilló de sorpresa, era mi postre favorito, y tambien solía hacer dieta, así como lamentarme de los caprichos. Teníamos demasiadas cosas en común. Ahora tenía la presión de que todo lo que decía, podía ser escuchado por mis compañeros:
-Te noto algo tensa -dobló la carta- ¿Quieres que lo tomemos en otro lugar?
-Creo que sería lo más correcto -dejé los cubiertos encima de la mesa-
Zigor pidió la cuenta. Miré mi telefono por última vez, viendo que el superior me había escrito un mensaje. Me alentaba a no alejarme mucho de la ciudad, y no dejarle margen para que pudiera aprovecharse de mí. Está claro que ellos tambien habían sabido que había intentado drogarme. <<Tampoco dejes que tome tus cosas, no bajes la guardia>>. Contesté y apagué el telefono.
Caminabamos por el parque, bajo la luz de la Luna, tomando los crepes que habíamos pedido. De repente, Zigor parecía alguien muy lejano, poco hablador, inseguro de si mismo. Desde el restaurante, había cambiado tan drasticamente, que ahora tenía cierto temor a lo que pudiera suceder. Se paró en seco, y me miró:
-¿Qué fue lo primero en lo que te fijaste?
La pregunta del millón, la más dificil de contestar. Supuse que serían sus ojos, pero nunca me paré a pensarlo, aquella cita, aunque me encantara, no era real. Decidí decirle eso, pero no pareció calmarle:
-Si ahora te dijera que quisiera pasar la noche contigo ¿Lo harías?
Mi instinto falló, negué con la cabeza. Zigor sonrió, asegurando que ya sabía la respuesta, y que no entendía porque había tardado tanto en decidirse. Se acercó, entregando su crepe, y aseguró que no quería seguir perdiendo el tiempo. Se me estaba escapando la oportunidad, debía detenerlo, asi que tiré los crepes, y decidí besarle en la boca. Los compañeros ahora mismo deberían estar flipando, pero era un ahora o nunca.
-¿Qué haces aquí? -pregunté- ¿Y la mesa?
-No te preocupes, estaba guardada a mi nombre -dijo mientras se dejaba de apoyar en la pared- ¿Volvemos?
Asentí, siguiendole de cerca. Volvió a ser un hombre cortés, deslizando la silla hacia atrás para que pudiera sentarme. Él hizo lo mismo. Levantó su mano, y un camarero se acercó para saber que es lo que íbamos a pedir. Pillé cualquier cosa, quería saber hasta donde era capaz de llegar, así que elegí lo más caro. Necesitaba ponerlo al límite. Dije mi pedido en alto, haciendo que Zigor se quedara alucinado. Un simple profesor no podía permitirse un restaurante como ese:
-¿Están seguros? -dijo el camarero algo sorprendido por la reacción-
Le miré a los ojos, muy decidida, haciendo que este tuviera que doblegarse. El camarero se llevó las cartas, triunfante.
Ibamos por el segundo plato. No avanzaba en nada, me equivoco, si lo hacía, pero en mis sentimientos. Parecia otra persona en su tapadera, no era como se mostraba en las fotos, o en los mensajes que mandaba, amenazando a todo aquel que se le interpusiera. Era distinto, tanto que atraía, ya por los secretos no desvelados, o sus razones detrás de toda esa salvajería. Esto era como un libro, de esos donde el malo era el bueno, y a mi me daban ganas de ser esa heroina, descubriendo ese gran detalle:
-¿Te lo estás pasando bien? -preguntó, sacandome de mis pensamientos-
-¡Sí, sí! -contesté- ¿No lo parece?
-Solo preguntaba, no tienes por qué reaccionar así.
Debía estar más concentrada, si nos perderia una gran oportunidad, otra vez. Quería saber como le gustaban las mujeres, así que decidí preguntarlo:
-No tengo un tipo ideal de persona -respondió Zigor, muy calmado- puedo tener una relación con cualquiera, no distingo entre generos, razas, etnias, ya sabes.
-Eso es algo bonito -sonreí como una tonta- no siempre se encuentra a alguien así de bueno.
De nuevo caía en su juego. Me quedé en silencio, llamando su atención. Este dejó el tenedor en su plato, preguntandome si me encontraba bien, a lo que respondí que estaba algo enferma del estomago, y que no debería haber venido, pero que no quería ser una mala persona. Aquello volvió a hacerlo sonreir, daba miedo, cuando se dio cuenta de esa reacción, decidió disimular ofreciendome un poquito más de vino:
-No gracias, ya te he dicho que me encuentro un poco mal -respondí extendiendo la palma de mi mano- Por favor, solo quiero un poco de agua.
-Mujer, solo son los nervios, hasta hace un momento estabas bien.
-Juan Carlos, te lo digo en serio... -susurré- no quiero vomitar en medio del restaurante.
El telefono comenzó a sonar de repente. Los dos nos quedamos en silencio, creyendo que era el movil del otro. Suspiré al sentir que era el mío. Me disculpé y salí afuera del restaurante. Se trataba de mi superior, que estaba preocupado por como estaba yendo la conversación:
-¿Cómo está yendo? Espera ¿Me habeis puesto un microfono?
El superior me dijo que era obvio, que lo iba a necesitar en caso de emergencia. Me enfadé, pues era algo que debían decir. Al pensar, podía haber dicho un millar de detalles, todos sobre mi vida sexual, habría sido la risa de toda la comisaría. Tomé aire, y le pregunté que habría pasado en ese caso:
-¿Por qué tienes que compartir esos detalles con un delincuente?
Esa pregunta me pilló desprevenida. Era logico, no podía irme de la boca, cualquier detalle podría entorpecerlo todo. Pedí perdón, sin ser culpable de nada, y aseguré que debía volver, pues Zigor se estaba impacientando. Cuando colgué el telefono, volví al interior. Mi cita ya se había terminado su plato. Planteandose el postre, se interesó por mi conversación:
-Mi chulo, me ha dicho que esta noche tengo que trabajar más -respondí mientras me sentaba- ¿Qué vas a pedir?
Mientras me terminaba el chuletón, él aseguraba que los profiteroles era algo que le encantaba, y que no podía comer muy a menudo, debido a la dieta rigurosa que seguía. Aquello me pilló de sorpresa, era mi postre favorito, y tambien solía hacer dieta, así como lamentarme de los caprichos. Teníamos demasiadas cosas en común. Ahora tenía la presión de que todo lo que decía, podía ser escuchado por mis compañeros:
-Te noto algo tensa -dobló la carta- ¿Quieres que lo tomemos en otro lugar?
-Creo que sería lo más correcto -dejé los cubiertos encima de la mesa-
Zigor pidió la cuenta. Miré mi telefono por última vez, viendo que el superior me había escrito un mensaje. Me alentaba a no alejarme mucho de la ciudad, y no dejarle margen para que pudiera aprovecharse de mí. Está claro que ellos tambien habían sabido que había intentado drogarme. <<Tampoco dejes que tome tus cosas, no bajes la guardia>>. Contesté y apagué el telefono.
Caminabamos por el parque, bajo la luz de la Luna, tomando los crepes que habíamos pedido. De repente, Zigor parecía alguien muy lejano, poco hablador, inseguro de si mismo. Desde el restaurante, había cambiado tan drasticamente, que ahora tenía cierto temor a lo que pudiera suceder. Se paró en seco, y me miró:
-¿Qué fue lo primero en lo que te fijaste?
La pregunta del millón, la más dificil de contestar. Supuse que serían sus ojos, pero nunca me paré a pensarlo, aquella cita, aunque me encantara, no era real. Decidí decirle eso, pero no pareció calmarle:
-Si ahora te dijera que quisiera pasar la noche contigo ¿Lo harías?
Mi instinto falló, negué con la cabeza. Zigor sonrió, asegurando que ya sabía la respuesta, y que no entendía porque había tardado tanto en decidirse. Se acercó, entregando su crepe, y aseguró que no quería seguir perdiendo el tiempo. Se me estaba escapando la oportunidad, debía detenerlo, asi que tiré los crepes, y decidí besarle en la boca. Los compañeros ahora mismo deberían estar flipando, pero era un ahora o nunca.
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