El día de los novatos - 20/52 RETOS DE ELDE

Historia perteneciente a los 52 Retos de Elde


La cafetera sonaba de fondo, acoplando su sonido al de la radio. Javier, miraba hacia las escaleras, esperando a que su hija bajara, sin embargo, tardaba demasiado. Sabía que se le hacía dificil abandonar la unidad familiar, para empezar una nueva vida en la universidad, pero no creía que fuese para tanto. Dejó preparado el café encima de la encimera, puso bien los taburetes y se dirigió a la planta superior. Caminó hacia la puerta de la habitación de Margarita, alzó su puño y antes de que pudiera golpear, esta se abrió, descubriendo a su hija con el cepillo de dientes:

-Te habia preparado el café -dijo el hombre bajando lentamente la mano- ¿Cómo es que ya te has preparado?

La hija trató de hablar, pero al ver que la espuma cubría parte de su boca, le hizo señas para que se esperase, y se volvió para entrar en su cuarto de baño. Javier la siguió, viendo como se enjuagaba la boca y limpiaba la pica. Una vez que terminó, dejó el cepillo en su sitio y miró a su padre:

-No recordaba que el autobús venía una hora antes -respondió ella- debo marchar ya, esta al caer, y aun tengo que correr hacia la parada de autobús.

-No tienes de que preocuparte, puedo llevarte-vio como esta salía del baño- ¿Seguro que no quieres desayunar nada?

Margarita señaló hacia la mesita de noche, había un café de los que se compraban ya hechos y el papel de dos magdalenas, Javier suspiró y quiso ayudarla con la maleta. El padre se sabía de memoria todo lo que tenía que llevar, repitió cada cosa, una por una, mientras la hija hacia un check en su memoria. Al cerrar la maleta y la mochila, Margarita miró todo y supo que ya estaba todo, que ya debía marchar:

-Me cuesta creer que tras cinco años viviendo aquí, deba pasar dos fuera -dijo esta algo apenada- ¿Estarás bien?

-Eso es lo que debería preguntarte yo a ti -gruñó Javier- ¿Por qué crees que tu padre no estará bien?

Margarita lo miró a los ojos, con una media sonrisa, sabía que aunque pasara el tiempo, seguía doliendo el fallecimiento de su mujer, la madre de Margarita. Javier tomó aire y asintió, diciendo que sería dificil, pero que le dolería más saber que a ella le costaría más:

-No tendré tiempo de pensar en ello -dijo esta mientras se echaba la mochila a la espalda- estudiar, los exámenes, escasa vida social... y todas esas cosas, que tu bien sabes, ocuparán la mayor parte de mi vida ahora mismo.

Cogió la maleta, poniéndola de pie y se acercó a su padre, para darle un beso en la mejilla. Esta salió al exterior, escuchó como bajaba las escaleras y la puerta se cerraba. Tuvo el resentimiento de no seguirla, sin embargo, no podía abandonar esa habitación, no entendía por qué. Se sentó en la cama y miró el cuadro que había encima del escritorio. Margarita no se había llevado la foto familiar. Se levantó, y con mimo, la cogió para llevársela consigo a la planta baja. La dejó en la encimera, tomó su café y la miró fijamente. El segundo café que había, parecía que estuviera siendo esperado por los labios de ella, sin embargo, nunca llegó a sentarse en ese taburete.


     El portátil encima de la mesa, con una mini conferencia con su jefe, mientras lavaba los platos. Escuchaba y asentía, hasta que escuchó como este, le preguntaba por como le estaba yendo a su hija. Dejó el estropajo dentro del fregadero, dándose la vuelta para acercarse:

-Me explicó que se ha integrado bien ¿Por qué me pregunta?

Su superior, tragó saliva y desapareció del plano. Escuchó como cerraba una puerta, apareciendo por la parte contraría por donde se había ido. Cuando se volvió a sentar, bajó el tono de voz, explicando que su hija, había tenido que abandonar el campus de la universidad, porque no había aguantado las novatadas:

-¿Novatadas? ¿Eso no se quedó en nuestra época de mierda?

El hombre negó con la cabeza, asegurando que parecía que eran peores, que hasta su mujer tuvo que quedarse con su hija durante la noche, porque tenía pesadillas y entraba en pánico:

-¿En que universidad se encuentra? -dijo preocupado-

-Creo que en la misma que la de tu hija -respondió, haciendo que el corazón de Javier pegara un vuelco- ¿Te encuentras bien?

Javier asintió, pero aseguró que habían llamado a la puerta, que debía atender. El jefe no había escuchado nada, pero este decidió salir de la llamada, cerrando la tapa del portátil. Buscó su teléfono móvil por todas partes, marcó el número de su hija, y nada más contestar, le preguntó si se encontraba bien, que le dijera la verdad. Margarita se sorprendió de escuchar ese tono en su voz, antes de contestar, quiso saber si había pasado algo. Javier suspiró, parecía muy tranquila:

-Nada, no pasa nada, solo ha sido una paranoia mía, no te preocupes.

Colgó la llamada, sin dejar hablar a su hija. Caminó hacia el sofá y se sentó. No sabía qué hacer, sentía que ella estaba bien, pero lo que le había dicho su jefe lo había dejado intrigado. Decidió no darle vueltas al tema, pues ella era mayor de edad, se sabía defender sola, así que saldría a pasear para despejarse.

Se quitó la chaqueta, que estaba mojada de la tormenta. Llevó las bolsas a la encimera y empezó a vaciar todo el contenido, para ordenarlo. Sintió que era muy aburrido hacerlo sin música, así que decidió encenderlo para poder ponerla. Nada más entrar a la pantalla principal, las notificaciones de escritorio comenzaron a emerger. Fue quitando una por una, hasta que la última, hizo que tuviese que clickar encima de ella. Era un archivo de vídeo, no sabía si descargarlo, sabía que su contenido podía ser peligroso, y aquel dispositivo era necesario para trabajar. Se armó de valor y decidió hacerlo, pero utilizando el antivirus con rapidez. El archivo no estaba infectado. Nada más abrirlo, vio una fiesta universitaria, como las que él tenía de joven, pero con la única diferencia de que lo que estaba ocurriendo, era un abuso, algo denunciable. Los mayores obligando a beber a los de primer año, así como intentando agredirlos sexualmente. Entre las víctimas no estaba su hija, pero si pudo reconocer a la hija de su superior. Paró el vídeo, sorprendido y angustiado por lo que había visto. No dudo en segundo en tomar el teléfono para llamar a su jefe y contar lo que había ocurrido. Le dio todos los detalles posibles, junto con el vídeo, y deseó que todo fuese llevado ante justicia. Nada más colgar, quiso saber por qué se lo habían mandado a él. Dio la vuelta al portátil, se sentó en un taburete y quiso buscar algo relacionado. Las redes sociales abundaban de todo este tipo de fechorías, la gente que hacia eso, se sentía orgullosa de ello. Nada más teclear el nombre de la universidad, pudo saber que habían mucha gente que estaba agradecida por la fiesta planeada. Cuando dio a la pestaña de fotos, lo que pudo descubrir, cuadraba a la perfección con lo visto en el vídeo. Chicos haciendose selfies con chicas borrachas, sobrepasando el límite. Fue pasando, hasta que vio que en una de las imágenes, salía su hija a los lejos, ajena a todo lo que pasaba, hasta el punto de que parecía no importarle nada de lo que ocurría. Nunca había enseñado a su hija a ser así, como si nada ocurriese. Tragó saliva, cerró la tapa del portátil. Cuando quiso retomar la reorganización, se dio cuenta de que la comida congelada se había deshecho. Formando un gran charco. Aun con el pesar en su cuerpo, trató de pensar que es lo que había hecho, intentó buscar respuestas en alguien que ya no estaba, en su mujer, que haría en una situación así, si ella la habría enseñado mejor, que si ella estuviese ahí, las cosas fuesen diferentes. Sin darse cuenta, se encontraba llorando, entre el caos de la cocina.


     Entró en el interior de la universidad. El director lo esperaba junto a secretaria. Ambos se estrecharon las manos. El hombre le mostró el camino hacia su despacho. Toda la gente se quedaba mirándolo, con cara de pocos amigos, no sabía porque la gente era así, pero no quiso echarle demasiadas cuentas. Ya en el interior, cerró la puerta y echó el cerrojo, haciendo que el hombre se quedara sin saber qué decir:

-Tome asiento -dijo Javier señalando su silla de oficina- intentaré ser breve, pero contundente.

El hombre hizo caso, pero parecía tener miedo. Javier se abrió la chaqueta, sacando un montón de papeles y un USB. Se acercó y lo echó todo encima de la mesa. El señor acercó alguna de las imágenes, descubriendo que eran las instalaciones del internado de la universidad:

-Quisiera saber los nombres de quienes aparecen en las imágenes -aseguró Javier- sobretodo quienes aparecen en el vídeo.

-¿Vídeo? -dijo tomando el USB- ¿Qué contiene?

-Puede usted mirarlo, le aviso de que deberá prepararse para lo peor.

El director lo conectó, esperó un rato, haciendo un par de clicks y luego, su cara cambió. Los gritos y el jolgorio aun seguían helando la sangre de Javier, que tuvo que mirar hacia otro lado para tranquilizarse. El hombre paró la grabación:

-Sabe usted que no puedo facilitarle lo que me pide, no es ningún policía -dijo sacando de golpe el USB y rompiéndolo todo- le invito a abandonar el lugar.

-¿Qué cojones está haciendo?

El director apretó el botón de su teléfono de mesa, diciendo que había un espontaneo en su despacho, que necesitaba que lo sacaran de allí. Escuchó como alguien aporreaba la puerta:

-Me gustaría que abriese el seguro, y abandonase el lugar con tranquilidad.

-Eso haré, porque no soy un salvaje como ustedes.

Javier le dio la vuelta al dispositivo del pomo, y fue él mismo quién lo giró. Evitó ser tocado por la seguridad del centro, pasó por al lado y caminó hacia la salida. Cuando estuvo en el exterior, se quedó sorprendido, su hija estaba ahí mismo, con un montón de libros en la mano:

-¿Papá? ¿Qué haces aquí?

-No soy tu padre -dijo ignorándola-

Margarita se quedó sorprendida al escuchar aquello, trató de seguirlo, pero al ver como se iba todo decidido, decidió parar. Javier siguió caminando, hasta que llegó a su coche y antes de meterse en el, decidió lanzarle una mirada a esta, que hizo que entendiese la situación. No era momento para hablar. Ya dentro, vio como esta se adentraba, y él arrancó el coche.


     Su hija le había bombardeado a mensajes y llamadas. Javier nada más tomar el teléfono, sabía por qué lo hacía. Cuando quería saber si sabían algo, siempre preguntaba. <<¿Han dicho algo de mi la profesora? ¿Qué os han dicho en la reunión?>>. Siempre era la misma historia. No mentía, no traicionaba la confianza, pero nunca se abría si nadie se lo pedía. Aquello era algo que le preocupaba, y más si había sido capaz de hacer la vista gorda en una situación así. Más cosas como esa, más víctimas, todo podía ocurrir y ella estar así, quería encararla, pero no sabía como hacerlo:

-¿Javier? -preguntó el jefe- ¿Qué te pasa? 

Su superior había dejado de leer el informe, al otro lado de la pantalla, y cuando vio que se había desentendido de la conferencia, aseguró que lo sentía. Dijo que necesitaba hablar de algo, referente a lo de su hija, quería explicarle la situación con el director, pero antes de que pudiese decir nada, este aseguró que él tampoco le hizo entrar en razón, y que ha tenido que contactar con la policía, para que puedan hacer algo:

-¿Y de momento qué? -preguntó Javier-

-De momento están haciendo creer a mi hija que está mal, que debería haber denunciado en el momento, haber dicho la verdad, que dejó pasar tiempo y con ello pruebas, en vez de tenderle la mano, pero ya he conseguido una buena abogada, ha llevado estos casos, tenemos esperanzas, también gracias a ti, supongo que tu preocupación no viene por eso, si no tu hija ¿Verdad?

Javier asintió. El director le explicó que si investigaban el hecho, su seguridad estaría garantizada, que a ella no le ocurriría lo que a su hija, que no pensara en eso. Cayó en la conclusión de que no le había explicado nada, que él no sabía que Margarita había sido una testigo crucial, quiso decirlo, lo tenía en mente, pero no le salían sus palabras. Aun quería protegerla, tenía que hablar con ella:

-¿Podemos dejar esto para otro momento? -preguntó- de repente me encuentro mal. Pasame por un email todo, lo solucionaré antes de que amanezca, te lo juro.

Dejó el portátil de lado, buscó su teléfono y decidió contestar a su hija. <<Quiero saber cual fue tu papel en esa fiesta, quiero que respondas rapido a esto, no quiero decepcionarme, he visto todo>>. Un tick gris, los dos en conjunto y luego se volvían del color de los pitufos. Vio que Margarita escribía. <<¿A qué te refieres?>>. Javier se ahorró las ganas de sacar todo de dentro, tenía que confiar, por lo menos al principio, y decidió decirle que hablarían de aquello en persona, que lo esperara en la cafetería más cercana de la universidad, nada mas terminar las clases de la mañana.


    Aparcó el coche, subiendo dos de las ruedas encima de la acera. Se quedó mirando en dirección al lugar donde había quedado con su hija. Estaba en la entrada, sujetando con sus manos su mochila. Parecía ligeramente preocupada, tocándose el pelo, mirando para todas partes, hasta que se dio cuenta del vehículo, que lo reconoció. Vio que tragaba saliva y supo que era el momento de salir. Se aseguró que lo dejaba bien cerrado, miró para que no le atropellara ningún coche, y se quedó delante de ella:

-¿Se puede saber por qué querías verme? -preguntó Margarita- ¿A qué viene lo de la fiesta?

-Entremos en el interior, no creo que aquí sea el sitio adecuado -respondió el padre- ¿Qué quieres tomar?

Abrió la puerta, haciendo que la campana sonara y los camareros saludaran. La puerta se cerró, pero Javier vio que su hija se había quedado en el exterior, mirando a través del cristal, al borde de llorar. 

Bebían en silencio. El padre no se atrevía a preguntar, pues las lágrimas de su hija lo habían ablandado. Sabía que no podía dejar esto pasar, que tenía que protegerla, y era mejor saber la verdad, que las mentiras. Preguntó por las compañeras que estuvieron en la fiesta, y por qué ella parecía estar muy tranquila con la situación. Ella dejó el vaso en la mesa, movió sus hombros para acomodarse un poco en la silla, y miró a su padre:

-¿Qué harías tú en mi situación? -preguntó Margarita- ¿Te aliarias con los buenos o los malos?

-Con los buenos, la duda ofende. 

-¿Y si los buenos son la gente que no tiene poder? ¿La que no te garantiza una buena posición en una universidad?

En la mente de Javier se proyectaron recuerdos. A él le había pasado lo mismo, aunque aguantó el chaparrón de mierda por principios. Apartó el vaso y alargó sus manos para tocar las de su hija, las acercó a las suyas y las apretó con fuerza:

-Violaron a la hija de mi jefe -respondió- por culpa de lo sucedido, no atrevió a denunciar y por lo tanto, no hay pruebas. Todo esto le está afectando personalmente, como en las notas, hasta el punto de que ha dejado de ser la chica que solía ser, todo porque hay gente que decide estar en los malos, por pura supervivencia propia. 

Margarita suspiró y miró a otro lado. Javier hizo que la volviese a mirar, le recordó que su madre no estaría orgullosa de aquello, y que sabía que ella ya no podía hacer nada, pero que también tenía que pensar en él, en lo preocupado y mal que se sentía, de ver que a lo mejor su hija no era tan buena como creía:

-Papá, no soy esa niñita que antes ponías sobre tu regazo, veo por mí y por la gente de mi alrededor -dijo alejando sus manos- ¿Qué hubiera pasado si hubiera dicho que no, que hubiese intentado irme de la fiesta?

-Conozco lo que hubiera pasado, pero sabes que tienes mi número, sabes que puedes contar conmigo -agrandó el tono de voz- busca ayuda, ni tu ni nadie está sola, seguro que si tu hubieras dicho algo, más se hubieran sentido respaldados.

Margarita estaba harta de escuchar aquello. Recogió sus cosas y se levantó de la silla. Salió del establecimiento y a Javier no le tocó otra que pagar por la consumición de ambos. Dejó el dinero en la barra y salió tras ella. La tomó del brazo y la giró para que la mirase:

-Mi jefe va a denunciar, el director sabe de la situación, la policía puede meter el hocico, puedes ser condenada como cómplice ¿Qué harías? 

-Pues no tengo ni puta idea, y ahora déjame, tengo que ir a cambiarme.

Javier la soltó, viendo como ella se alejaba con prisa. Sin saber que hacer más, decidió volver al coche, lugar donde llamó a su jefe, para explicarle porque no estaba lo que él había prometido, que nada más llegar a su casa, se pondría con ello.


    De pie, a espaldas del portátil, se servía un poco de Ron para acompañar la conversación que mantenía con su jefe. Cuando se sentó, pegó un largo trago y lo dejó al lado. Cuando vio que le había dado el visto bueno, suspiró, pero al ver que dejaba de lado el dossier, preguntó si necesitaba algo más. Vio como el hombre entrelazaba sus dedos, preguntando si le estaba escondiendo cosas:

-¿En que sentido? -preguntó Javier- está todo.

-No tiene nada que ver con tu trabajo -se ajustó las gafas- si no con el tema de mi hija, la universidad, ya sabes...

-No entiendo.

El jefe tomó aire, buscó en su ordenador y compartió pantalla. Puso un "frame" del vídeo, mientras lo agrandaba. Era el reflejo de quien grababa todo, en un vaso grande, lleno de refresco y alcohol por la mitad. Cuando se acercó lo suficiente, reconoció que era su hija, que ese vídeo había sido ella, pero no parecía estar contenta de hacer aquello, ni tampoco estaba sola, alguien la estaba obligando. Cuando quitó la imagen, el jefe esperó su respuesta:

-¿Has hablado de esto con ella? ¿Puedes decirle que testifique a favor de mi hija?

-Sabe todo, se lo dije, pero tiene miedo -respondió afligido- se lo veía en sus comportamientos, en el tono de su voz... en todo. 

-Mi hija ha pasado lo mismo, es más grave, pero al final entran en razón -se acercó a la pantalla- este frame no pienso desecharlo, por eso te pido que la invites a hacerlo, o será obligada.

Javier asintió, pero seguía sin estar conforme. No sabía hasta que punto estaba implicada, o si a ella le habían hecho algo, no parecía divertirse en ese momento. Miró sus manos, que temblaban de nerviosismo, y aseguró que haría todo lo que estaría en su mano. 


    La música estaba muy alta, tanto que casi no podía escuchar sus propios pasos. No sabía de donde procedía, ni que habitación era la de su hija, solo sabía que si lo pillaban, podían echarlo inmediatamente. A lo lejos, se abrió una puerta, iluminando todo el pasillo. Había salido una pareja, que se estaban besando en la oscuridad que se había quedado. Se acercó con cuidado, haciendo que ambos se sorprendieran y se fuesen rápidamente a una habitación. No había encontrado a su hija, tampoco sabía donde estaba, lo más seguro era preguntar allí dentro. Abrió la puerta, haciendo que la luz y la música lo desestabilizó un poco. Cuando se acostumbró, vio que todo el mundo seguía a lo suyo, iban hasta las cejas y ni se habían dado cuenta de su presencia. Reconoció a su hija, entre un montón de chicos, que parecían molestarla. La tomó de la sudadera, tirando de ella y sacándola de allí. Ya afuera, con el aire fresco de la noche, esta recobró algo el sentido, y vio a su padre:

-¿Qué coño haces aquí? -preguntó aturdida-

-Sacarte de esa mierda de sitio, te vienes a casa conmigo ¿Dónde están tus cosas?

-No puedo irme, está muy lejos.

Javier le aseguró que la llevaría todos los días a la universidad, pero que en ese lugar no se quedaba, que era capaz de hasta dejar de pagarlo, que ella decidía. Sin otra opción, refunfuñó y caminó hacia el interior:

-¿A dónde te crees que vas?

-¡Voy a por mis cosas, joder! -dijo enfadada-

Se dirigió hacia su coche. Con toda la tranquilidad del mundo, hasta que escuchó como ella gritaba. Asustado, entró corriendo en el edificio. Todo estaba a oscuras. Escuchó como una puerta se cerraba, seguido de unos cuantos golpes y gritos ahogados. Fue en esa dirección, siguiendo su instinto a través del oído. Cuando de repente, llegó a la zona, movió el pomo para ver si podía entrar, pero era imposible, estaba atracada la puerta. Vio como podía abrirla, así que miró a su alrededor, viendo un extintor. Cuando lo arrancó de la pared, lo utilizó para golpear la puerta, haciendo que se soltara del sitio y se entreabriese. Los inquilinos se asustaron de verle entrar:

-¡Quitarle las manos encima a mi hija! -gritó mientras los amenazaba con el extintor- 

Margarita se aprovechó de la situación, zafandose de sus agresores y yendo detrás de su padre. Este soltó el extintor, con rabia y rodó a un par de pies de los jovenes:

-Cómo alguno de vosotros se acerque a ella, os aseguro que no me contendré. Yo por mi hija MA-TO.

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