MI ÚLTIMO QUERER (LINDA)
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Historia republicada en otras redes sociales literarias. |
Casi había olvidado mi nombre, ya que no me sentía bien con el mundo. Caminando debajo de la lluvia no paraba de pensar en esa noticia y en lo que haría cuando ese momento llegase. Giré la esquina y ahí vi la parada del autobús. No me haría falta, no me daba esperanza alguna pues no quería volver a casa, pero no podía seguir mojándome, mi salud estaba en juego, aunque no se porque me preocupaba de ella. Me senté y veía como las gotas caían, pero esas no eran lágrimas. Escuché como alguien corría hacia la parada y se puso debajo de esta. Lanzó un largo suspiró y vi sus pasos acercarse, deseé que no dijese nada, que no me notase, que fuese como la gente es de normal, pero no fue así:
-¿Estas bien? -preguntó- ¿Te duele algo?
Sorbí mis mocos y levanté mi mirada. No pude ver bien debido a la tenue luz pero sabía que era un chico. Paso un coche con sus faros encendidos y pude ver bien su rostro. Mi corazón latió. Seguía preocupándose por mi y dije que solo era la lluvia:
-No creo que seas alérgica al ozono -se rió-
<<¿Es tonto?>> pensé. Vi como encendía su teléfono. Una música empezó a sonar, mis ojos se abrieron al sorprenderme por verlo bailar. La energía que empleó llamó la atención de las personas de alrededor. Mis lagrimas se esfumaron y mis manos instintivamente se pusieron a aplaudir. Paró y me miró mientras jadeaba hasta que no pudo resistirse a estornudar. Su nariz empezó a rebosar mocos y yo le avisé señalándole con el dedo. Este se giró avergonzado mientras se tapaba la nariz. Me levanté y le presté un pañuelo de tela:
-Me gusta la canción -dije- ¿De quién es?
-No te lo diré hasta que no me digas tu nombre -dijo mientras se limpiaba con el pañuelo- ¿No te importa que lo utilice?
-No temas, pronto dejaré de utilizarlo.
Me lo agradeció y antes de guardarlo se quedó mirando al trozo de tela. Vi lo que él vio, pero se lo guardó rápidamente. Extendió su mano y yo se la estreché. Dije mi nombre y este dijo que le gustaba mi nombre. Él se presentó como Oscar y me explicó que iba a asistir a un festival y que yo era afortunada porque era la única que había visto esa coreografía, cosa que era mentira, porque le mostré que la gente que estaba a nuestro lado también la había visto. Este sonrió avergonzado al ver que tantas personas le habían visto y empezaron a llover halagos. Agradeciéndoles a todos, les invitó a asistir a ellos también.
La gente se agolpaba delante de la entrada del gran polideportivo. Entré y pude ver todo el decorado del hall. Los banners rodeaban el lugar anunciando el evento que se estaba por disputar. Cuando me dí cuenta de las vestimentas de la gente me sentí un poco fuera de lugar. Avergonzada pude ver que no iba para la ocasión y que llamaba la atención. Habían pequeños caterings por todos los lados. Alguien me susurró a la oreja y yo me sobresalté, haciendo que mi corazón comenzase a latir asustado, pero cuando me di cuenta de que era él, mi corazón cambió de ritmo y de sentimiento:
-Gracias por venir, nunca creí que lo harías, no estoy acostumbrado a que confíen en mí -se rió- ¡Muchas gracias!
Oscar se despidió y se marchó hacia los vestuarios. Me llevé la mano al pecho y traté de calmarme. Empecé a sentirme vil y egoísta. Esos sentimientos me hacían sufrir, más que el dolor que sentía desde hacía años.
Todo oscureció. Un foco de luz caía desde el techo y enfocó a Oscar, que estaba en el centro del escenario. La canción que empezó a sonar era la que tanto me gustó, aunque no estuve segura de que si era la canción o era que él la estaba bailando. Se movía al son de la melodía. Se ajustaba a ella sin inmutarse ante el cansancio. No sé el porque pero entristecí. Estaba preocupada por los pensamientos que me habían pasado al escuchar los latidos de mi corazón. Mi caparazón que había diseñado, se estaba desquebrajando poco a poco. La recta final de la actuación estaba entrando. Ante mis ojos estaba viendo como sus gotas de sudor recorrían su cara hasta que caían en el suelo de madera. Podía ver como sus pies se deslizaban por ellas pero cuando él me miró a los ojos, me sonrió y pude sentirme tranquila. Estaba controlando la situación. Dio una vuelta en el aire y cayó en el suelo. El final ya estaba acercándose, como si fuese una triste metáfora de mi vida. Todos se levantaron emocionados a pesar de que no estaba finalizado el acto. Los segundos finales fueron casi imposibles de escuchar debido ante tantos aplausos y vítores.
Esperaba por él. No sé porque, pero quería verlo cuanto antes. La puerta de cristal se abrió descubriendo a un sudoroso pero radiante Oscar. Al verme se dirigió hacia mí y se quedó delante de mí:
-¿Linda? -dijo él- ¿Aun no te marchaste?
-¿Puedo pedirte un favor? -le entregué una carta- no la abras hasta que no llegues a casa, por favor.
-Vale, no lo haré -dijo- ¿A que viene tanto secretismo?
-No sigas preguntando -dije mientras bajaba las escaleras-
Cuando ya estaba a punto de llegar abajo, se entrometió entremedias y nuestras miradas se cruzaron otra vez. Me puse muy nerviosa y traté de mantener la calma. <<No sigas>> dije mientras me abría paso. Caminé con firmeza hasta esquivarlo del todo y aunque sintiese ganas de parar, seguí mi plan inicial.
Recordaba todo lo que había puesto en aquella triste servilleta que utilicé como papel. <<10 cosas que hacer antes de morir>>. Aunque solo había escrito 9, la 10 la había dejado vacía. No me sentía con valor de decirle cual era el deseo que iba allí. Había dejado puesto mi email por si quería contactarme, pero de seguro que después de eso no volvería a hablarme. Por mucho que refrescase la bandeja de entrada no había ningún correo nuevo. Decidí hacerlo por ultima vez y salió ese <<1 mensaje sin leer>> tan deseado. Cuando miré la dirección me desilusioné, pero decidí abrirlo de todos modos. Era él, era Oscar. Aunque estaba un poco mareada, sus palabras no iban a ser enviadas en vano, iba a leerlo costase lo que costase. Cuando terminé de hacerlo, me reí como una maldita cabra. Esa risa no me salía desde hacía tiempo y había sorprendido hasta mi madre que se asomaba la puerta. Grité sorprendida por la repentina intrusión. Pidió perdón y cerró la puerta rápidamente. Me sentí algo mal por haber reaccionado así, sentía ganas de salir y hablar con ella, pero al escuchar su llanto, pude volver a mi realidad.
Salía de clase y al levantar la vista pude reconocer a alguien entre la gente que se agolpaba a la salida del centro. Su cara era un bendito poema. ¿Qué mosca le habría picado? Me acerqué:
-Dime que eres una profesora, por favor -dijo- no quiero ir a la cárcel.
-¡¿A la cárcel?! -grité- ¡¿Qué ideas tenias en la cabeza?!
Levanté mis manos por un intento de pegarle pero él me paró. Quería saber de verdad mi edad. Le dije que asistía a segundo de bachiller y pude ver como su rostro se relajó:
-¡¿Por qué te tranquilizas?! -grité-
Esta vez si que no me iba a parar, empecé a molerle a palos mientras sentía como el amor me calaba hasta los huesos. Él intentaba parar mis golpes pero estaba tan nerviosa que mis puños se movían tan rápidos que era imposible.
Mostró la lista que había escrito yo misma. No podía creerme que lo había hecho yo y empecé a sentirme muy patética. Esperé por sus burlas pero fue todo lo contrario, nunca llegaron haciendo que me sorprendiese. Pidió dos cervezas al camarero que pasaba de casualidad por al lado de nuestra mesa. Me sentí muy aliviada al saber que él se estaba tomando el tema con seriedad:
-Empezaremos por aquí -dijo señalando una de las opciones- Beberás por primera vez.
Miré la jarra que recién llegó y no pude sentirme muy desconfiada. El olor de ese liquido me revolvía, así que pregunté por si había algo un poco mas dulce:
-La opción 6 dice no ser ejemplar -se rascó la barbilla- podríamos salir de fiesta y unir estas dos opciones, allí seguro que habrán cosas dulces con alcohol.
Acepté y aparté la jarra de mi alcance. Oscar empezó con la suya y acabó con la mía. Sacó su teléfono y me enfocó, al ver que estaba grabando, puse todo mi pelo delante de la cara para evitar que me sacase y le dije que parase:
-¿Por qué? -preguntó- Creí que la opción tres decía que querías hacer una película casera.
-No estoy guapa.
Noté como me golpeaba con su pie en la espinilla, y yo me quejé. Noté como el flash del móvil me deslumbraba y escuché las risas de Oscar. Giró el teléfono y me enseñó la foto que acaba de tomar. En ella salía con mi expresión enfadada que ya era algo normal en mí.
Los porteros pedían el DNI. Nos miraron y uno de ellos sugirió que habían descuentos por entrar en pareja. Me sentí bien al escuchar eso, a todos nos gustan las cosas mas baratas pero el generar malos entendidos era otra historia. Dije que no teníamos una relación con tanta confianza como ellos creían pero él me tomó por el hombro mientras me acercaba a su torso. Susurró para que disimulase un poco, que todo sería inolvidable.
Sentía que todo me daba vueltas, ya íbamos por la 5 ronda y ya no podía soportarlo más. Oscar seguía pidiendo pero no escuchaba la conversación. Dejó el dinero sobre la barra y cogió la sexta ronda. Como ya había empezado, quería acabar aquello. Me tomé el chupito mientras era grabada con una cámara que llevaba Oscar. Pensé que el tequila sería como las otras, pero me erré y vaya si me equivoqué. Noté como un ardor empezó a recorrerme la boca y sentía que mis ojos querían salirse de las cuencas. Corrí hacía el baño mientras Oscar me seguía con la cámara en alto.
Caminábamos por la playa. Yo sentía que caminaba en línea recta pero la realidad era otra muy diferente. Oscar me seguía los pasos de cerca intentandome prestar ayuda pero yo me negué a aceptarla hasta que estuve a punto de caerme. Cuando recobré el equilibrio eché un paso hacia atrás:
-Te dije que no quería que me ayudaras...
Oscar tachó opciones de la lista ya que con según él, con la resaca seria imposible para mí asistir a clase el día siguiente. La cuarta era hacer novillos, así que ya estaba descartada. Noté como tenía arcadas, levanté mi dedo para disculparme un segundo y me giré para sacar todo de mi estomago. Cuando pude recuperarme dije que quería quedarme en su casa, ya que para mí sería imposible volver en este estado, pero él se negó a hacer realidad aquello:
-Pues hagamos una acampada low cost... también esta esa opción, quedémonos en un banco hasta que amanezca.
Sacó la cámara y se enfocó asimismo para decir <<Esta es linda después de una noche loca, mañana hará novillos y quiere hacer una acampada low cost, pero aquí el menda se niega. Iremos a mi casa y perderá la virginidad.>> Quise aparentar normalidad pero estaba tan bebida que apenas pudo disimular. Quería hacerlo con él, era una realidad mas que obvia pero quería hacerme la dura para ver si él daba el paso. Me hice la enfadada y seguí caminando mientras el mantenía cierta distancia conmigo. Seguía filmando pero no paraba de pedirme perdón.
El reloj empezó a sonar y yo estaba sentada sobre la cama mientras trataba de recordar lo que había hecho la noche anterior. Oscar se irguió mientras blasfemaba y paró el despertador. Yo estaba tapada con las sabanas mientras intentaba digerir lo que posiblemente había ocurrido. Seguía sin poder creérmelo. Parecía invisible, ya que él hizo como vida normal. Se levantó y pude verlo en calzoncillos. Lancé un pequeño gritito y me tapé con la cara:
-¿Qué ocurre? -preguntó él-
-No me digas que hicimos esto.
-No me acuerdo -sonrió con extrema tranquilidad-
Cogí un cojín y se lo lancé. Le pedí que se marchase cuanto antes de la habitación, quería estar sola para vestirme sin que nadie me estuviese mirando. No quería que él viese ningún trazo más de mi piel:
-Si ya te he visto todo lo que tenía que ver -bromeó-
Todo lo que pude alcanzar se lo lancé sin pensar. Empecé a decirle del mal que tenía que morir mientras él corría para salir de la habitación. Dijo que era injusto porque era su habitación, pero yo decidí pasar de sus palabras. Cuando cerró la puerta, suspiré y me levanté para recoger toda la ropa del suelo. Me vestí y salí afuera. Cuando me asomé tras la puerta pude ver que estaba apoyado contra la pared. Aun estaba en calzoncillos así que estampé un cojín allí para evitar mirar sus partes otra vez.
Sentada en el porche de su casa, escuchaba como Oscar repasaba mi lista para saber qué cosas faltaban por hacer:
-Hemos hecho 3 y una está en proceso -explicó-
-Dejemoslo en tres -insistí-
Oscar conducía su furgoneta hacia las montañas. Yo estaba en la parte de detrás respirando el aire fresco y puro. El auto hizo un giro y empezó a moverse de un lado al otro. Cuando paró pude ver que habíamos llegado al lugar que habíamos establecido. Di un salto y bajé. Corrí hasta adentrarme un poco en el bosque. Escuché como Oscar me echaba la bronca para que no me alejase demasiado de donde íbamos a acampar.
Ponía mis manos delante del fuego mientras escuchaba las historias de miedo que contaba Oscar. Estaba poniéndome algo tensa. Escuché un ruido detrás de mí y del susto que me llevé, me abalancé sobre Oscar. Este consiguió mantener el equilibrio, pero noté como sus brazos me rodeaban. Me podía sentir a salvo ya, además de sentirme como una maldita mentirosa. Cerré mis ojos para dejar que pasase el tiempo. En otro momento o junto a otra persona seguro que me sentiría como si estuviese perdiendo el tiempo, pero con él era distinto. La calidez de sus brazos junto a la del fuego, hacía que me sintiese como que el mundo no se iba a terminar nunca.
Escuchaba los grillos. Yo no paraba de secarme las lagrimas. Sentía como el insomnio no me dejaba en paz y sentía como mis pensamientos me devolvían a la realidad. Volvía a ser yo, esa chica triste de siempre. Abrí la tienda y salí afuera. El aire se sentía frío y cortante. Caminé lentamente para que Oscar no percibiese que había salido de mi tienda. Paseé entre los arboles siguiendo el rastro que dejaba la luna llena. Llegué hasta un lago que se iluminaba y parecía de color blanco. Me enamoré a primera vista de aquella espectacular escena, pero toda aquella tranquilidad empezó a verse amenazada cuando los primeros mareos empezaron a golpearme. Me empecé a sentir muy cansada y notaba que iba a perder el conocimiento en cualquier momento. Caminé como pude hasta llegar a unos cuantos centímetros del lago. Me senté y cogí un poco de agua para ver si esta podía sacarme de ese estado, pero era extraño, mis parpados se cerraban poco a poco. Tenía sueño, asi que mi cuerpo por instinto se dejó caer hacia un costado, dejándome muerta en vida.
Escuché un pitido retumbar en la oscuridad. Cada vez se hacía mas insoportable y una luz aparecía al fondo de la oscuridad. Mis ojos se abrieron por fin, descubriendo la sala de un hospital. A mis lado se encontraban mis padres que al ver que por fin había despertado, se acercaron para ver como era mi estado. Me ayudaron a sentarme y yo sentí la necesidad de saber porque estaba allí:
-Te trajo tu amigo -dijo mi padre- tuviste una crisis.
-No tuve que haber ido -sentí la pena pesar en mí- soy idiota.
Mi madre susurró negando mis pensamientos pesimistas. Dijo que debía disfrutar de la vida y del tiempo. Al ver que yo ya estaba en mi sano juicio, decidieron ir a avisarle de que ya había despertado y empecé a sentirme inquieta. Oscar asomó su cabeza tras la puerta. Entró y nos saludamos. Entornó la puerta y se acercó para sentarse en la silla de al lado de mi camilla. Sonrió y yo le pedí perdón por haberle dado ese susto de muerte mientras ponía de excusa el cansancio:
-No tienes porque dar explicaciones -dijo- lo importante son tus propósitos.
Yo me sentía mal, habíamos ido a hacer uno de ellos pero no había saboreado el momento como era debido. Él dijo que no me preocupase, que habían más días:
-Sí, más días... -susurré con tristeza-
Preguntó si había dicho algo pero yo dije que no. Se levantó y dijo que iba a ir a por un cafe. Nada más salir entraron mis padres y al ver mi expresión se preocuparon. Entendían como me sentía pero hasta ellos sabían que si no decía la verdad, le haría mas daño. Mi madre lo sugirió pero yo dije que no estaba garantizado que el fin de mis días fuese mañana, así que decidiría yo misma cuando sería el momento de decirlo ya que aun tenía cosas que hacer.
Me sentía avergonzada de llevar toda esa ropa tan ajustada. Oscar me llamaba para que saliese de mi escondite pero seguía sin atreverme a hacerlo. Entró a dentro y cogió mi mano para tirar de mí. Entramos en una gran sala y al encender todas las luces pude ver que era mas grande de lo que yo había percibido. Me dijo que empezaríamos con las clases de baile para dar por terminado otro de mis propósitos. Caminó hasta la cadena de música y dio al play. La música comenzó y este se puso delante de mí. Movió sus pies y dio una vuelta. Entrelazó sus dedos con los míos y me dijo que siguiese su ritmo. Lo intenté pero parecía un pato mareado, mis movimientos eran torpes. Oscar me ordenó que no me preocupase, que era la primera vez y seguro que cuando terminases sus lecciones lo haría tan bien como él.
Me felicitó por mis avances. Había sido brutal mi forma de aprender, hasta yo me había dado cuenta de ello. Me prestó una botella y pegué un buen trago de agua. Oscar cogió la lista de nuevo y empezó a señalar tres de los propósitos:
-El numero 5, hacer el tonto en público, siente, aprender a bailar y ocho, superar el miedo escénico -me miró- nos los quitaremos de un plumazo, pero eso sí, con muchísimo mas esfuerzo que el de hoy.
Me volvió a halagar y sentí como mis mejillas empezaban a arder. Me estaba poniendo muy tímida. Rebuscó en su mochila y dijo que tenía una sorpresa para mí. La curiosidad me picó pero seguía poniéndole mucho misterio. Insistí en que lo dijese de una vez, que no podía aguantarme las ganas de saber de lo que se trataba y este sacó un papel. Lo desplegó y pude ver que se trataba de un cartel como los que vi en el deportivo:
-Necesito una pareja para ese certamen, quiero que seas tú.
-Hay muchas personas mas preparadas que yo ¿Por qué me eliges?
-Porque para mí tu eres la elegida.
Explicó que el numero iba a ser cómico y que no tendríamos que ir hacia la perfección. Era una perfecta oportunidad para mí y mis deseos.
Tras una semana de practicas, habíamos entrenado lo suficiente como para decir que estábamos totalmente preparados para la función. Tumbada en el parque miraba el techo mientras descansaba. Los focos me deslumbraban pero ya había perdido mi mirada en ellos. Escuchaba como Oscar bailaba. Sus pasos vibraban en el suelo de madera. Practicaba mirándose al espejo para no perder ningún detalle de sus gestos. Me senté y vi como lucecitas por todos los lados. Eché una mirada al lado y a través del espejo pude ver como Oscar sonreía. Verlo así me calmaba todo tipo de dolor, tanto físico como emocional. No podía parar de observar como se movía y sentía que cada vez me volvía mas egoísta. Cerró mis ojos. Él era el único que conseguía sacarme una sonrisa como la que seguramente tenía dibujada en mi cara. Dejé de escucharle danzar y alarmada por ello, abrí los ojos. Caminaba hacia mí jadeante de cansancio. Se dejó caer al lado mía y quedó tumbado mientras respiraba con la boca abierta. Se relajó y me miró:
-Podríamos invitar a tus padres.
Cuando escuché eso empece a negar con contundencia. No podía pensar en eso. Este se incorporó y empezó a hacer preguntas. Quería saber la razón por la cual no quería que mis progenitores me viesen bailar. Me empecé a sentir muy molesta. Me levanté y caminé hacia donde se encontraban mis cosas para marcharme. Sentía que me estaba siguiendo, asi que cerré las puertas tras de mí y cuando lo hice, saqué todo de dentro. Lloraba a lagrima tendida mientras caminaba por los extensos pasillos para salir de aquel lugar. No quería que ellos supiesen que me había enamorado de ese chico, se sentirían mal por no poder intentar darme mas tiempo. Salí afuera y vi como llovía. Miró el cielo gris y sentí la lluvia en mi cara. Sería una forma de que nadie se diese cuenta de que estaba llorando.
Sentada sobre la silla y con los pies encima de esta, rodeaba mis piernas con mis brazos. Apoyé mi cabeza sobre las rodillas y traté de no pensar en nada. Alguien llamó a la puerta. Se trataba de mi madre. Pidió permiso para entrar y yo se lo permití:
-¿Por qué estas así? -preguntó ella- ¿Es por ese chico?
Negué pero mentí. Seguro que mi cara estaría diciendo lo contrario, pero si era un no, era un no. Las palabras tenían mas peso que mis gestos. Ella se quedó de pie, mirándome, pero yo le dije que si no tenía nada más que decir, que me dejase a solas. Ya estaba planeando mi despedida.
Juntaba mis manos mientras movía mis pies frenéticamente. Oscar no estaba mas tranquilo que yo. La presentadora salió al escenario y todos empezaron a aplaudir. Hablaba tranquilamente y Oscar tiró un poco de mí para que mirase hacia al escenario a través de una cortina. Seguro que ya nos tocaba. La presentadora después de dar un largo discurso, enunció nuestros nombres y pidió una fuerte bienvenida para nosotros. Tomados de la mano salimos hasta posicionarnos en medio del gran escenario. Teníamos los pelos de punta al escuchar los aplausos. La música empezó a sonar. El Tanto de Roxane acompañaba a nuestra coreografía cómica y profesional. Los niños reían mientras los padres se divertían. Mientras bailaba, examinaba el público, sus expresiones me ponían feliz, todos disfrutaban. Danzaba con dedicación hasta que vi unos rostros que lloraban, pero no de tristeza. Sentí una fuerte punzada en el pecho y dejé de bailar. Oscar seguía haciéndolo, me sentí culpable de dejarlo allí, pero no podía aguantar más. Me marché del escenario y las risas se convirtieron en murmullos. La presentadora pasó apurada por mí lado, Oscar estaba detrás de mí. Me dio la vuelta y pidió explicaciones. Él sabía que era por mis padres, así que yo le grité que nunca entendería la razón de porque no quería que estuviesen aquí. Le pedí que me dejase tranquila y me marché. Mientras huía de él esquivando a la gente, me topé de frente con mis padres. Intentaron culparse así mismos pero no quería escuchar sus palabras, pasé por el lado y dije que nunca tendría que haber caído en el error de ser adolescente por una vez en la vida.
Mis propósitos se quedaron en el aire. No tenía la lista pues aun estaba en casa de Oscar y tampoco tenía su apoyo como para poder realizarlos. Me los sabía de memoria, pero lo que no sabía era tener el valor. Quise desintoxicarme de él, pero el amor no es como el de las películas, en verdad es como una patología difícil de curar. Intenté reconstruir mi caparazón, marqué distancias con el mundo. No quería que nadie llegase a mi corazón de nuevo, no quería convertirme de nuevo en esa persona que nunca fui. No era culpable de nada pero acepté mi penitencia como si yo misma fuese una criminal.
Era de noche pero debido al insomnio necesité de algo que me sacase de ese modo zombie. Empecé a inspeccionar el tablón en busca de algún que otro email. No buscaba spam, no era tonta, buscaba que él me encontrase. Ese uno volvió a aparecer ante mí. Mis deseos se habían hecho realidad, pero dude durante un instante. No sabía si estaba bien darle esperanzas. Abrí el correo y pude ver que había un link de un anuncio. Era sobre un concierto, pero no de uno cualquiera, era de mi grupo favorito. Emocionada ya no pude reprimirme, pegué unas cuantas vueltas en la silla y paré delante de la pantalla. Mis manos teclearon solas, la contestación era algo arisca, pero como ya dije, no quería mantener sus esperanzas. Ese sería el final de mis propósitos, ya que el que no tenía nada escrito estaba cumplido desde hacia tiempo.
Miraba las ultimas preparaciones, todo estaba listo, también el guión de mi despedida. Saqué el micrófonos, solo debía poner voz a esa cinta que habíamos grabado juntos. Era mi regalo para él y para mis padres. Quería que supiesen que no les odiaba, que todo lo hacía por ellos. Pegue unas cuantas palmadas a mis mejillas. <<Sé que he sido una egoísta, hice mal en no contártelo, pero me hubiese sentido peor viéndote como contábamos los días>> hice un largo parón para pensar en como seguía lo que tenía que decir, miré el guión, me salte unas cuantas cosas, pero tenía muchos intentos <<¿El número 10¿ ¿De verdad quieres saberlo?>> Paré porqué mi voz se entrecortaba del llanto. Me sequé las lágrimas y suspiré tratando de buscar alguna forma de relajarme. Tomé aire y bajé al salón, vi que mi madre estaba en la cocina. Me escuchó llegar, así que se giró y antes de que me dijese nada por cómo estaba mi cara, le entregué algo. Le pedí que cuando eso ocurriese, que se lo entregase. Ella quiso saber de lo que se trataba pero le dije que ya sabía lo que era. Ella apretó fuertemente aquella caja y me pidió que no hiciese eso, que sería mas doloroso:
-Sería más doloroso para mí hacerlo en persona -expliqué- si lo hago, querré quedarme y ya es muy tarde como para hacerlo, porque ya no queda tiempo.
Oscar me divisó desde lejos y aceleró su paso para ponerse a mi lado. Me saludo diciendo que parecía una groupie y yo me molesté. En verdad no lo estaba, solo hacía mi papel. No quería que mis ultimas palabras fuesen algo que le hiciese sentir culpable. Mi corazón no paraba de latir esperando por el comienzo del concierto.
Las canciones pasaban y yo no paraba de sentir su mirada en mí. Quería aguantar, quería ser fuerte, pero no me lo ponía fácil. Noté que se acercaba el final del concierto y con eso él mio. La canción final había comenzado. Mis ojos empezaron a empaparse al escuchar “We are Young”. Era mi canción favorita. Ya no podía soportarlo, debía llorar. Me arrodillé y empecé a llorar. Aquellas lágrimas ya no eran de felicidad.
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