CAPÍTULO 13 - DIENTES DE LEONA

      Abrió la puerta. Pino observó a Julia, esperando a otra de las largas sesiones de preguntas. La inspectora se acomodó en la silla, dejó el expediente en un lado, así como un montón de pruebas y fotos. Lo ordenó todo y decidió empezar por una de las imágenes. Se trataba del cenicero, ennegrecido por el incendio:

       -Tus huellas están en él -respondió mientras le mostraba la foto- es el arma homicida ¿cierto?

Asintió sin apenas dudar. Julia tomó la siguiente foto, mostrando los componentes que había utilizado para quemar la escena. Ella se quedó mirando aquello, suspiró:

       -No era premeditado ¿Verdad?

Pino le preguntó por qué estaba tan seguro de eso, a lo que Julia respondió que era muy extraño que solo decidiese quemar el sofá donde yacía el cuerpo. Le mostró la imagen y ella frunció el ceño. Dejó las imagenes a un lado, tomando unas bolsas rectangulares y transparentes, que contenían un par de prendas:

       -¿Reconoces estas prendas? -preguntó mientras las dejaba a la vista- 

       -La ropa que llevaba ese día -murmuró- 

La inspectora asintió. Sentía como que aquella vez no se estaba resistiendo, pero tenía que ir con cuidado, estaba sin abogada, no quería volver a hacer que se quedara en silencio. Julia espetó que tenía una duda, queriendo saber si ella se la iba a resolver, a lo que Pino le picó la curiosidad y le dejó formularla:

     -¿Por qué había semen en tu camiseta y pantalón? -preguntó entrecruzando sus dedos- ¿Estabais manteniendo relaciones sexuales?

Pino decidió que aquella preguntaría solo la respondería delante de su abogada. Julia se disculpó, así que decidió investigar por otro lado. Dejó todo a un lado y la miró a los ojos:

       -¿Cómo era vuestra relación? -preguntó- 

Pino aseguró que era una relación normal y corriente, como la de cualquiera, pero a la inspectora no le sirvió esa respuesta, nadie llega a la conclusión de asesinar a otro sin motivo. El silencio se volvió a apoderar de la sala:

      -¿Otra que responderás delante de tu abogada? -insistió Julia- así no iremos a ningún lado.

       -Es mi derecho -dijo con un tono de voz serio-

Julia miró hacia la ventana espejo. Al otro lado estaba Carmen, testigo de todo aquel interrogatorio, así como los anteriores. La inspectora dijo que podía traerle algo, si le explicaba algún que otro detalle más, pero cuando escuchó un par de golpes en el cristal, paró de intentar sobornar. Tomó todas las cosas y salió afuera, reuniéndose con Carmen. Cerró la puerta y escuchó como ella le echaba la bronca:

     -¿Quieres que Cristina se enfade? -preguntó ella en voz baja- sabes que no puedes hacer esto.

     -¿Qué importa ella? -respondió Julia- quiero esclarecer la verdad, para saber quién es la verdadera víctima.

Carmen aseguró que tenían tiempo de sobra. Un cadáver en el depósito y una supuesta culpable en el interrogatorio, nada que perder, nada que ganar. Julia se rascó la cabeza, la ansiedad le estaba matando. Le puso todo el caso en el pecho a Carmen y aseguró que iría a por algo de beber a la sala de descanso. Entró, acercándose a una de las máquinas expendedoras. Buscó un par de monedas en los bolsillos, pero no las encontraba. Vio como una mano depositaba dinero, pedía lo que siempre quería y alguien se entrometió, sacando el refresco. Se volteó y al mirar a los ojos a la persona, vio que se trataba de Cristina, la abogada de oficio de Pino. Tomó el refresco de su mano y se lo agradeció, un poco molesta porque sabía que ese tipo de detalles no le gustaban. Se puso en la máquina de al lado, bajo la mirada de Julia, y se pidió un café:

      -A buenas horas llegas -se quejó Julia mientras abría su lata- ¿Sabes que no podemos avanzar por tu culpa?

      -Perdoname por querer defender a otros clientes -tecleó en la máquina- debería dejar de trabajar para no hacerte perder el tiempo.

El recochineo era lo que más odiaba Julia. Cristina tomó su pedido, removió en el vaso de papel y aseguró que siempre estaba con el mismo humor de mierda, que debía follar un poquito más, algo que hizo que la situación se puso tensa:

       -No era mi intención... -se mordió la lengua- mira lo siento, sabes como soy. 

        -Olvidalo, hay trabajo que hacer -dijo Julia-

Fueron hacia el lugar. La inspectora le abrió la puerta, para dejarla entrar y se presentó ante Pino. Tomó asiento a su lado y le dijo a Julia que podía proceder:

    -¿Podrás responder a las preguntas anteriores? -dijo la inspectora observando a Pino- Siempre y cuando tu abogada esté de acuerdo.

Cristina le susurró algo a Pino. Esta le respondió. Asintió y dijo que podía responder con sinceridad. La joven aseguró que estaba haciendo sexo oral en ese instante. Julia quiso saber que se le pasó por la cabeza, de como pasó de disfrutar del sexo, a aplastarle la cabeza con un cenicero:

       -Creo que no tendrías que hacer ese tipo de juicio -interrumpió la abogada- no eres psiquiatra como para entenderlo.

      -Necesito saber el desencadenante -dijo Julia a Cristina- es parte de mi investigación.

Cristina dijo que entendía de sobra aquello, pero que ella tenía que defender el honor de su clienta y que esa respuesta, podía ser tan ambigua, que podría chafarlo todo. Pino le susurró algo y Cristina asintió. Julia sonrió, tratando de mantener la calma, ya que estaban grabando todo, no podía hacer ningún gesto extraño:

    -Dices que la relación era buena, pero tuvo que pasar algo para que decidieras asesinarlo -explicó Julia- ¿Estás diciendo toda la verdad?

Cristina refunfuñó, haciendo que Pino no hablase. Julia le preguntó qué ocurría, por qué tampoco podía hablar de ese pequeño detalle, a lo que la abogada dijo, que si presionaba a su clienta, podría ser visto como coacción:

      -¿Presionar para qué? -preguntó Julia- sabemos que es la culpable, pero necesitamos todos los detalles, es el procedimiento de toda investigación.

       -Mi trabajo, como ya he dicho, es defender el honor de mi clienta -dijo con una amplia sonrisa- por lo tanto, si digo que no responda, no responderá. Es más, aun no tengo todos los detalles claros, por lo tanto, necesito mi tiempo.

Volvió a escuchar los toquecitos en el espejo ventana. Se disculpó, saliendo de la sala. Vio a Carmen, con los brazos en jarra y dijo que era todo oídos:

       -¿Qué es esto? -le gritó- ¿Una peleita de egos?

Julia se disculpó, pero se excusó asegurando que no la aguantaba, que era imposible para ella. Carmen dijo que eso era ahora, porque antes compartían hasta la saliva, que era muy curioso ver como las cosas cambiaban. La inspectora la miró con cara de pocos amigos. Carmen le pidió que hiciese bien su trabajo, que dejara de lado la relación que las unía, que se olvide de todo eso y que vuelva ahí, para tratar de esclarecer un poco lo sucedido, que facilite más la investigación. Volvió a entrar:

      -¿Te han dado el toque? -preguntó Cristina- siempre tan explosiva.

      -Por favor Cristina, la conversación que tenemos pendiente, es mejor que la tengamos otro día, me puedes decir qué puedo preguntar exactamente.

      -¿Ese no es tu trabajo? -levantó su ceja- adelante, somos todo oídos.

Julia suspiró, intentando tranquilizarse. Pensó en cómo reformular la pregunta. Encontró una opción viable y la expresó:

         -¿Cómo eran tus últimos días junto a él? 

Pino miró a Cristina, que esta le asintió para que pudiera proceder. La joven explicó que quedaban para ver pelis, salir con los amigos, hacer la compra para cenar juntos en casa del uno o del otro, cosas que eran normales, que como ya había dicho, de pareja normal:

      -No todos hacen las mismas actividades -respondió Julia- pueden variar o cierta situación, desencadenar en otra ¿Podrías detallar?

        -¿Qué quieres? ¿Saber hasta lo que comíamos? -se indignó- ¡Soy la culpable, en qué cambiará que responda a esas cosas!

Cristina le pidió que se calmara, pero al verla tan alterada, le dijo a Julia que finalizara con el interrogatorio. Julia no soportó aquello, necesitaba expresar que estaba ocultando algo. La abogada le amenazó, diciendo que se había terminado. Carmen entró en la sala y sacó a su superiora de allí.

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