CAPÍTULO 15 - DIENTES DE LEONA
Escribió un post-it encima de la mesa de Carmen. Era el número de la matrícula que en la noche anterior la seguía. Lo dejó pegado en la pantalla y se dirigió a su despacho. Allí tomó la llave de su coche y alguna pertenencia. Yaron quería que la esperase, pero no podía seguir perdiendo el tiempo. Salió fuera de la oficina, empapandose del ambiente de la comisaría. Llamadas y prisas por todos los lados. Llegó al exterior, bajó un par de escalones y se dirigió hacia su coche. Metió la llave y arrancó. Se fijó en todas las plazas que quedaban cerca, por si veía de nuevo al coche, pero todo estaba dentro de lo normal. Decidió dar marcha atrás y ponerse en circulación. Quedaba bastante lejos, así que puso la radio, justo una de los años 80, con canciones que generaban nostalgia, dolor y tristeza. Ese sufrimiento, del pasillo largo, de los gritos de desesperación, de la soledad y la pérdida, de la obligación a tener una sangre que no quiere, corriendo por todas sus venas. Fue tal su inmersión en el pasado, que sin darse cuenta, había invadido el carril contrario. Hasta que una conductora no la avisó, tocando su claxon, esta no recobró su ser y volvió por los pelos. Asustada por lo que podría haber ocurrido, decidió apagar la radio y parar durante un instante. Se quedó sentada, mirando al frente y golpeó el volante. Se dio un par de palmadas en las mejillas y volvió a ponerse en circulación.
La hermana de la madre le ofreció una tila. La había pedido, pues estaba muy nerviosa. La madre le sonrió, diciendo que era normal sentirse así, los policías tenían unas largas y duras jornadas laborales, cosa que la inspectora admitió nada más dar un sorbo. Miró a la mujer, asegurando que podía contestar lo que quisiera y parar en cuanto lo necesitara:
La hermana de la madre le ofreció una tila. La había pedido, pues estaba muy nerviosa. La madre le sonrió, diciendo que era normal sentirse así, los policías tenían unas largas y duras jornadas laborales, cosa que la inspectora admitió nada más dar un sorbo. Miró a la mujer, asegurando que podía contestar lo que quisiera y parar en cuanto lo necesitara:
-¿Dónde se encontraba en el momento de lo sucedido? -preguntó Julia- sé que ya se lo informó a los agentes, pero quiero escucharlo de usted misma.
-Visitando a la familia -respondió la mujer- estaba con mis padres.
-¿Alguien que lo confirme?
La hermana levantó su dedo, para señalarse asi misma y decir que ella estaba junto a ella también, así que podía confirmar esa cuartada. Julia asintió, aunque de momento quería escuchar a la madre, no a ella. Pidió disculpas y apoyó su espalda en el respaldo de la silla:
-Con mis padres -repitió ella misma- necesitan mucha ayuda y quería estar al lado de ellos, pero ahora me arrepiento de haber ido ese día.
-Eso ahora es lo de menos, suena cruel, pero lo hecho hecho está -dijo Julia- ¿Notaba que su hija estuviera rara los días anteriores?
La mujer explicó que antes de conocer a ese chico, era una chica sociable y estudiosa. Amiga de los amigos de sus amigos, no paraba de salir de fiesta y si nadie quería añadirse al plan, era tan independiente que se iba ella sola, pero todo eso cambió cuando él apareció, hasta tal punto que Pino notaba que él era lo mejor y más importante de su vida, lo único:
-Es propio de la edad sentir cosas así -dijo la inspectora- ¿Su primer amor?
-Creo que sí, pero no estoy segura de ello -respondió la madre- dejaba que tuviera su propia libertad, pero nunca pensé que fuese a hacer algo como eso.
-Diría que la edad, pero eso ya es pasarse... según lo que entiendo, dio un cambio importante después de conocerlo ¿Sabía si habían muchas discusiones o algún tipo de maltrato, ya sea por parte suya o de la otra persona?
Las dos mujeres se miraron entre sí, observaron al suelo y asintieron en silencio. Julia quiso saber quién era el culpable y la madre dijo que él era un poco controlador, que en algún momento ella iba al médico porque tenía algún dolor en la espalda:
-Acabé descubriendo que era por un enorme golpe -terminó de explicar-
Julia necesitaba pruebas, así que la mujer se levantó con rapidez. Desapareció en un pasillo y volvió con un bolso. Rebuscó en este, sacando un montón de papeles, que entregó para que pudiera leer. Los tomó de uno en uno, distintas fechas pero mismo diagnostico. Contusiones leves:
-¿Cómo es que tiene todo esto en su poder y no puso ninguna denuncia?
La tía no pudo aguantar el silencio, así que tomó el turno de palabra. Ella, siempre que estaba al lado de su sobrina, le pedía que denunciase, que fuera a la policía, pero ella no quería:
-Con todo esto, podríais haber venido ustedes mismas -replicó Julia- hay indicios suficientes para una orden de alejamiento.
Empezaron a sentirse culpables. Julia se sintió mal, porque no habían hecho nada malo, así que decidió desviar el tema, para saber más detalles de cómo se desenvolvía toda la relación, pero lo que aportaron no era de extrema importancia. Les agradeció su tiempo y dijo que en cuanto las necesitara, volvería.
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