CAPÍTULO 17 - DIENTES DE LEONA
Reguló el agua para poder lavar los platos. Julia hacia tiempo que no se encargaba de las tareas de casa, lo echaba de menos. Para Pino era la primera vez, cosa que no le gustó, ya que en casa era de no hacer mucho los quehaceres, pero allí se veía más obligada a hacerlo. Cuando se acercó con unos cuantos, la inspectora quiso saber si se estaba adaptando bien. Ella asintió en silencio, mientras se daba la vuelta para ir hacia la mesa:
-El primer día fue difícil, no sabía nada -explicó mientras traía los cubiertos- pero estoy acostumbrandome.
Julia los tomó y los dejó dentro del fregadero. Tomó un poco de jabón y fue limpiandolos. Trajo unos platos, pero antes de entregarlos, los sujetó con firmeza:
-¿Por qué no me los das?
Pino preguntó por la conversación que mantuvo con su madre y tía, quería saber los detalles. La intuición se erizó en la mente de Julia. Tiró de los platos y la adolescente cedió, pero no se rindió, insistió:
-No puedo hablar de esto -explicó mientras lavaba los platos- podremos tener dicha conversación, delante de tu abogada ¿Entendido?
La chica no se quedó satisfecha. Prometió que si le contaba eso, ella se prometía a decir algún detalle que aún no había comentado. Julia cerró el grifo, dejando algunos platos sucios y tomó un trapo, para secarse las manos. Se giró y se apoyó en la encimera, diciendo que primero tenía que ser ella la que empezase a soltar:
-No me fio de los policías -se cruzó de brazos-
-Pero no soy cualquier tipo de policía -respondió- podrías considerarme de esas que van un poco a la suya.
Pino aseguró que sabía lo que estaba haciendo, que era buena negociando, pero que con ella no sería tan fácil. La inspectora se encogió de hombros, bajó de la encimera y siguió con su tarea, sacando de quicio a Pino, porque no estaba recibiendo la atención que ella quería. Volvió a repetir lo que quería:
-No escucho a nadie que no acepte mi propuesta -siguió lavando los platos-
La parte oscura de Pino emanó. Comenzó a decirle que porque fuese buena en su trabajo, famosa en los medios, eso no le hacía ser nadie en la vida, que era una más en toda esa jungla. Que personas como ella, pensaban comerse el mundo y solo se lo llegaban a imaginar:
-¿Quién te enseñó a ser así? -preguntó Julia- ¿Tu madre?
La actitud de Pino cambió drásticamente. Dio un paso atrás, topándose con la barra americana. Solo quiso huir, así que salió corriendo hacia las escaleras, pero Julia aun no había terminado de hablar:
-Recuerda esto, quien este por detrás de mi, solo seguirá mis pasos... quien este por delante, le seguiré yo... quién quiera superarme, tendrá que mantenerse a mi lado ¿Entiendes?
-No sé a lo que te refieres con eso -dijo poniendo el pie sobre el primer escalón-
<<Qué mis aliados serán los únicos que estén a mi nivel>>. Giró su rostro y se topó con la mirada de Pino, que la desafiaba. La adolescente tomó aire y se retractó en la idea de huir, tragó saliva y esperó a que Julia siguiese hablando:
-Lo tuyo no es la edad del pavo -explicó Julia- te veo en ti, cuando era más joven, no desafías a la persona adulta por querer llegar a ser alguien, lo haces para conseguir libertad ¿Me equivoco?
-No sabes nada -dijo enfadada- no me conoces.
-Nadie nace sabiendo, ni conociendo al ser prójimo... -explicó- la familia es lo primero, pero no siempre debe ser así... estás a salvo.
Pino negó con la cabeza. Llegó a su limite, así que no aguantó más, dijo que debía ir a dormir, porque seguro que el día siguiente sería muy largo. Julia le dio las buenas noches.
La habitación se iluminó, haciendo que los ojos de Julia doliesen. Se trataba de su teléfono móvil. Había recibido un archivo de vídeo en Whatsapp, de un contacto desconocido. Se quedó mirando la pantalla, pensativa. No sabía si informar a Carmen, que era experta en ese tipo de situaciones o hacerlo ella misma, pero no podía con la curiosidad. Le dio a reproducir, se sentó poniendo los pies descalzos en el suelo y volteó la pantalla, para verlo en panorámico. Se trataba de la cámara de seguridad del pasillo de un hospital. Acabó reconociendo de cuál se trataba, era el de las urgencias al cual asistió la última vez. Siguió observando, hasta que la figura de un doctor pudo reconocerla. Cuando pasó unos cuantos segundos de vídeo, la cámara captó el rostro del señor Lisboa, sonriendo a esta. Era una clara provocación. No quiso entrar en pánico, no sabía de que momento era ese fragmento, pero de repente, la comisaría Tomé la estaba llamando. Cuando tomó la llamada, recibió la noticia que esperaba, se había conseguido escapar y debía volver, era una emergencia. Se levantó de un salto, tomó un chándal y se lo puso. Recogió su mochila con todo y salió de su habitación. La cerró con cuidado para no hacer ruido y cuando bajó, se topó con la luz de la pantalla de un portátil. Se trataba de Concepción, que estaba trabajando a esas horas. Una extraña vibración hizo que Julia temiese lo peor:
-¡Has estado probando tus putos juguetes en el sofá! -se enfadó- ¡Cuántas veces te he dicho que no hagas eso!
Concepción le pidió perdón un par de veces, pero es que en su cama no lograba pillar la postura. Se sacó el artilugio y dijo que esa "mierda", era imposible de meter ahí sin tener un tipo de postura en concreto, que era de mala calidad y necesitaba recabar todos los detalles, para hacer la mala crítica. La inspectora dijo que le sobraban explicaciones, que las normas eran las normas:
-¡Puede caer queso, cerveza y ron! -dijo enfadada- ¡Pero no un poquito de lubricación vaginal!
-¡No me compares una cosa con otra! -explicó Julia tomando las llaves de su coche del aparador-
-¡Es un buen antibiótico natural! -respondió Concepción- ¡El queso puede generar bacterias!
Julia aseguró que no quería hablar de la salud sexual de Concepción, pero que no tenía idea de los huéspedes que tenía por ahí abajo, con tanto juguetito y producto de dudosa procedencia, pero que no quería discutir, que tenía mejores cosas que hacer, abrió la puerta y antes de salir, le señaló con el dedo y la amenazó:
-Te vuelvo a pillar satisfaciendo ahí y te juro que te arranco la puerta de tu habitación -respondió ella- ya que te gusta hacerlo en el sofá ¿Qué tal escuchandote todo el mundo?
Concepción quiso rebatir pero la inspectora cerró la puerta y echó la llave. Se cabreó tanto, que cogió un cojín y lo lanzó contra la puerta.
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