CAPÍTULO 19 - DIENTES DE LEONA
La comisaría Tomé dejó el móvil encima de la mesa. Visionó lo que había recibido la inspectora el día anterior de todo el trasiego. Suspiró, asegurando que no era extraño que fueran tras ella, tras todo lo que ocurrió:
-Puedo asegurar que llevo siendo observada desde antes de todo esto -respondió la inspectora- de ahí a que me llevase a salir de la cueva, e investigar por mi propia cuenta.
Yaron negó con la cabeza, diciendo que era una tontería creer eso, que eran paranoias de su cabeza, cosa lógica en trastornos mentales desarrollados a partir de un trauma. Carmen le miró, diciendo que se acababa de enterar de que era psicólogo:
-No es que lo sea, pero leo de estas cosas -murmuró avergonzado- veo documentales.
La comisaría Tomé dijo que eso era absurdo, que se estaba basando en algo que no tenía ni pies ni cabeza, ya que se trataba de su compañera de trabajo, un caso aparte. Julia agradeció la ironía, haciendo que volviesen a tomarse las cosas en serio:
-Sea lo que sea, parece que puedas estar en peligro, así que propongo que Carmen esté en la misma casa, hasta que encontremos a ese bastardo.
Yaron se quejó de la situación, asegurando que deberían poner una patrulla especializada, hombres fuertes, que protejan a Julia. Carmen se llevó las manos a su sien, asegurando que la paciencia se le estaba acabando. Su compañero aseguró que no era que menospreciase su fuerza, solo que no quería perderla, a lo que rápidamente reformuló:
-Como compañera de trabajo... -miró a la comisaría que alzaba su ceja- compañera de trabajo.
Tragó saliva. Julia quería otra alternativa, no era por desconfianza, solo que no quería relacionar a más gente con su error, pero la comisaria aseguró que era demasiado tarde, que al hacer las cosas de una forma extraoficial, las consecuencias eran esas. Poner a una patrulla delante de su casa, sin justificación alguna, por una investigación ilegal, fuera del servicio, podría ser los titulares de cualquier noticiario, asegurando la corrupción policial que hay dentro de las comisarías:
-¿Darías la cara por mí? -la miró a los ojos- respóndeme con sinceridad.
Julia retiró la mirada, apoyándose en la silla y aceptando la situación. Carmen suspiró y dijo que marcharía a casa a por sus pertenencias, que fuese yendo a casa sin ella. Yaron la siguió hasta el parking, diciendo que no era su intención esas palabras, pero esta se giró y le dijo:
-¿Cuántas veces hemos hablado de esto? -preguntó- ¿Le haces lo mismo a tu pareja?
Yaron negó, sin darse cuenta de lo que eso suponía. Carmen sonrió, era la otra y encima la gilipollas. Le dijo que se mantuviera al margen de su vida, solo relación laboral y caminó hacia su coche. Yaron apoyó las manos en su ventanilla, golpeándola para que la bajara, pero Carmen metió la llave en el contacto, utilizó la marcha de cambios y retrocedió con el coche, esquivando, para salir del parking. Yaron siguió el coche de cerca, hasta que se paró y vio cómo se incorporaba a la calle principal. Julia fue por detrás de él, poniendo su mano en el hombro para invitarlo a una cerveza.
Aparcó el coche, salió con su bolsa de deporte y se dirigió hacia la puerta, que le quedaba algo lejos. Cuando llegó, timbró. Mónica abrió la puerta, con una cerveza en la mano, que al verla, escupió su contenido, manchando a Carmen. La muchacha se quedó sorprendida, sacó su bandana de la cabeza y le limpió la cara, diciendo que la había sorprendido. Entra y le roba la lata, esta se queja diciendo que era la suya:
-Ya no, me has echado media en toda la cara -se quejó mientras dejaba la bolsa en la mesa- ¿Y las demás?
Mónica se encogió de hombros, pero señaló el salón, que estaba Pino mirando la televisión. Carmen alzó su voz, para saludarla, pero esta decidió no contestar:
-Necesita echar un polvo -murmuró Mónica- está amargadisima.
Carmen le dio tal colleja, que resonó en toda la casa. Mónica se quejó, levantando su puño y Carmen solo tuvo que alzar su ceja, para bajar sus humos. Mónica se acercó a la nevera, tomando una lata nueva y se sentó en una de las sillas, abriendola para tomar un largo trago:
-¿No deberías dejar de beber? -preguntó mientras hacía lo mismo-
-¿Menudo ejemplo no? -sonrió Mónica-
Señaló el dorso, mostrando que era sin alcohol, cosa que ya hizo entender a Carmen por qué sabía a meado de burra. La dejó a un lado y estiró sus brazos hacia arriba. Mónica se interesó por el contenido de la bolsa que había traído. Carmen bromeó con que era el uniforme de la cárcel, que se la llevaría presa, a lo que Mónica responde que era muy graciosa, pero en realidad le hacia tener ganas de ahogarla con sus propias manos:
-Voy a quedarme un par de días aquí.
Mónica quiso saber la razón, pero Carmen aseguró que eran asuntos que tenían que ver con Julia.
Iban por la tercera cerveza. Yaron empezaba a estar muy sincero, cosa que a Julia le ponía de los nervios, pero que aguantaba por no ser acusada de homicidio:
-No me gusta que Carmen esté contigo -dijo el- en la misma casa.
Tuvo hipo y bebió de nuevo. Julia frunció su ceño, eso le había parecido tan rancio, que no pudo contenerse. Quería saber si era porque a ella le gustaban las mujeres, pero Yaron negó con la cabeza, con un par de lágrimas en los ojos:
-Las tratas mejor que yo -respondió- tengo miedo de perderla.
Julia no pudo creerse esa respuesta. No pudo aguantarse la carcajada y Yaron creyó que se estaba riendo de él. Suspiró y cuando recuperó la seriedad, dijo:
-¿Y no has pensado dejar de ser un adultero? ¿Así como idea principal?
Yaron la miró a los ojos, diciendo con total seriedad que a ella no le metía los cuernos, porque sabía desde un principio la verdad. Julia asintió, pero sabía que ella por amor, era capaz de matar y que aceptaba ese destino, por tal de no estar sola.
-Ya no, me has echado media en toda la cara -se quejó mientras dejaba la bolsa en la mesa- ¿Y las demás?
Mónica se encogió de hombros, pero señaló el salón, que estaba Pino mirando la televisión. Carmen alzó su voz, para saludarla, pero esta decidió no contestar:
-Necesita echar un polvo -murmuró Mónica- está amargadisima.
Carmen le dio tal colleja, que resonó en toda la casa. Mónica se quejó, levantando su puño y Carmen solo tuvo que alzar su ceja, para bajar sus humos. Mónica se acercó a la nevera, tomando una lata nueva y se sentó en una de las sillas, abriendola para tomar un largo trago:
-¿No deberías dejar de beber? -preguntó mientras hacía lo mismo-
-¿Menudo ejemplo no? -sonrió Mónica-
Señaló el dorso, mostrando que era sin alcohol, cosa que ya hizo entender a Carmen por qué sabía a meado de burra. La dejó a un lado y estiró sus brazos hacia arriba. Mónica se interesó por el contenido de la bolsa que había traído. Carmen bromeó con que era el uniforme de la cárcel, que se la llevaría presa, a lo que Mónica responde que era muy graciosa, pero en realidad le hacia tener ganas de ahogarla con sus propias manos:
-Voy a quedarme un par de días aquí.
Mónica quiso saber la razón, pero Carmen aseguró que eran asuntos que tenían que ver con Julia.
Iban por la tercera cerveza. Yaron empezaba a estar muy sincero, cosa que a Julia le ponía de los nervios, pero que aguantaba por no ser acusada de homicidio:
-No me gusta que Carmen esté contigo -dijo el- en la misma casa.
Tuvo hipo y bebió de nuevo. Julia frunció su ceño, eso le había parecido tan rancio, que no pudo contenerse. Quería saber si era porque a ella le gustaban las mujeres, pero Yaron negó con la cabeza, con un par de lágrimas en los ojos:
-Las tratas mejor que yo -respondió- tengo miedo de perderla.
Julia no pudo creerse esa respuesta. No pudo aguantarse la carcajada y Yaron creyó que se estaba riendo de él. Suspiró y cuando recuperó la seriedad, dijo:
-¿Y no has pensado dejar de ser un adultero? ¿Así como idea principal?
Yaron la miró a los ojos, diciendo con total seriedad que a ella no le metía los cuernos, porque sabía desde un principio la verdad. Julia asintió, pero sabía que ella por amor, era capaz de matar y que aceptaba ese destino, por tal de no estar sola.
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