CAPÍTULO 20 - DIENTES DE LEONA

          Levantó la copa para tomar un sorbo mientras observaba la calle. Estaba sentada junto a Carmen, en la entrada de la casa. Ambas compartían botella, mientras hablaban de todo un poco, como en los viejos tiempos. La inspectora notó que la miraba de reojo, así que quiso saber en lo que pensaba Carmen:

         -Yaron -dijo nada más saborear el vino- no sé qué hacer.

Julia evitó la conversación, rellenando la copa hasta el borde, para que solo tuviese la preocupación de beber sin que se cayese el liquido. Al ver que se deslizaba un poco por la barbilla de Carmen, no evitó soltar una sonrisilla y esta se quejó, diciendo que no era justo que se la llenase tanto, que no quería terminar borracha. Se la pasó por la cara y la sacudió, dejó de nuevo la copa en el suelo y la miró:

       -¿Por qué no cuidas la habitación de Dulcie? -preguntó Carmen- hoy la he limpiado.

Julia se quedó en silencio. Carmen quiso saber si seguían en contacto, a lo que la inspectora se encogió de hombros. Un mensaje de vez en cuando si se mandaban, pero solo era para saber si habían novedades en la vida de la una o la otra, pero sus trabajos eran el monopolio de sus vidas, así que las conversaciones terminaban rápido:

       -¿No tiene pensado venir a tu casa algún día? -preguntó Carmen- Mandó sus cosas pero ¿Ya está?

       -Es decisión suya, es mayorcita -respondió Julia cogiendo la copa- tengo cosas más importantes en las que pensar, las puertas siempre las tendrá abiertas.

Carmen asintió, se quedó en silencio, hasta que quiso saber cómo se conocieron. La inspectora aseguró que era una historia muy larga, difícil de contar:

      -Julia... ¿Por qué nunca me hablas de ti? -preguntó Carmen- ¿Por qué eres tan hermética?

La inspectora sonrió, diciendo que solo las personas que entraban en su cama, tenían acceso a esa información. Carmen dijo que han dormido muchas veces, a lo que Julia la miró, haciendo que entendiese que era otra forma de estar:

      -Sabes que si me gustaran las mujeres, serías la primera en mi lista Julia -dijo Carmen entre risas- en algunos momentos me lamento de no ser bisexual, creo que mi vida sería más fácil.

      -No te hagas ilusiones pensado en eso, ya que gilipollas hay en todos los lados -respondió la inspectora- mirame a mi ¿Cuantos desamores he tenido con tías?

Las dos se quedaron en silencio. Carmen recordó algo, que buscó en su pantalón hasta que lo encontró. Lo sacó y se lo entregó a la inspectora. Julia se quedó observando el pequeño pendrive y quiso saber de qué se trataba. Carmen aseguró que le dejaba la intriga, para que descubriese ella misma. Le entregó la copa a su ayudante, se alzó del suelo y caminó al interior, dirigiéndose a la zona que hacia de salón. Encontró el portátil de una de sus niñas y lo puso encima de la mesa principal, encendiendolo. Esperó hasta que salió una pantalla de inicio, pero había contraseña:

      -Maldita sea... -murmuró golpeando ligeramente la mesa- voy un momento a mi habitación, no te acabes la botella tu sola, tendremos que hablar de esto.

      -No te preocupes, no me moveré del sitio y con lo que me has echado, tengo para un buen rato.

Carmen suspiró, tomó un trago y se fijó en su alrededor. En algunos momentos le gustaría quedarse a vivir allí, era un lugar tranquilo. Se quedó absorta en sus pensamientos, hasta que escuchó como alguien caminaba por detrás suya:

     -¿Ya lo has descubierto? -preguntó mientras miraba hacia atrás-

Vio que se trataba de Elina, que se había levantado a por algo de agua. Carmen extendió su mano, con una sonrisa, diciendo que debían presentarse mejor, ya que habían hablado muy poco. Elina la estrechó, con un poco de disgusto:

      -¿Prefieres dos besos? -dijo Carmen mientras se levantaba-

      -No, no te preocupes -respondió mientras se pasaba la otra mano por la palma- es que las tienes pegajosas...

Carmen se dio cuenta de ello y se alivió. Se puso de pie y cerró la puerta. Se acercó a la cocina para lavarlas y le preguntó si quería el agua del grifo. A Elina no le importaba, así que le entregó un vaso. No hablaron, hasta que Carmen quiso interesarse por cómo era su vida, viviendo allí y con su condición especial:

     -No soy un extraterrestre -dejó el vaso en la encimera- vivo como cualquier mujer.

     -Lo siento, no era mi intención hacerlo parecer así, creo que es mejor cambiar de tema ¿No?

Elina dijo que si tenía dudas, las podía responder, sabía que no lo había hecho con malas intenciones, pero Julia entró en escena de nuevo, haciendo que Elina se despidiese para que pudiesen hablar de sus cosas. Esta desapareció escaleras arriba, cuando la inspectora se aseguró de que no pudiese escuchar, miró a su compañera:

      -Estaba segura de que no eran paranoias mías -murmuró- el coche que me siguió cuando venía hacia aquí, fue el mismo que recogió al señor Lisboa en el hospital.

Carmen asintió, pero dijo que no se preocupase, que era la única que lo sabía, aparte de ella misma. Tenía un plan, pero eso incluía que debía estar en la casa una buena temporada. Julia se interesó, sentándose en el taburete y apoyando sus codos encima de la mesa. 

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