CAPÍTULO 9 - DIENTES DE LEONA

     Todo el mundo salió corriendo, a través de los dos matones que apoyaban a aquel mafioso típico, trajeado y de cicatriz facial ladeada. Alzaron dos fusiles de asalto en su dirección. Julia miraba cada centímetro del lugar, en busca de alguna salida, una jugada que le otorgase ventaja, pero estaba sin salida, no quedaba otra que aprovecharse de su debilidad:

     -Te estaba esperando -dijo este mientras observaba el cañón de su pistola en la frente- ¿Por qué no hablamos? 

Julia sonrió y dijo que era una mujer de pocas palabras, más tratándose de un hombre como el:

     -Seguro que te recuerdo a tu padre -espetó- todas las jóvenes de tu edad, acaban en mi cama, sueñan con tirarse a alguien de mi edad. 

Se señaló asimismo con las manos, observando sus ojos. Sintió placer al verla enfurecer, sus ojos eran como dos brasas, podían avivar un fuego en cualquier momento. Tocado el lado sensible, se sentía aventajado. Alzó su dedo, señalando, asegurando que la estaba esperando, que seria una de sus invitadas especiales. La inspectora suspiró, diciendo que se había equivocado de lugar, así como él de persona, que todo era una mala coincidencia, que podían dejar las cosas como estaban: 

    -¿E ir a dónde estaba toda la droga? -alzó su ceja- Podemos jugar a ser gilipollas, pero te doy una pista, no lo soy. 

En un movimiento brusco, apartó el cañón de la pistola y tomó a Julia por la barbilla. Noto la fuerza en su mandíbula y como apenas podía tocar el suelo con la punta de sus pies:

      -Serás carne nueva, pero sabes muy bien lo que estas haciendo ¿Quién es el cobarde que te envía? 

La suelta para que pueda hablar, pero Julia se abstiene a responder, solo a desafiar con su mirada. El mafioso le dio unos minutos para contestar, mientras se paseaba entre sus hombres:

      -Las más calladas son las más putas -dijo uno de los hombres armados- creo que deberíamos darle una lección, como a las otras. 

      -Cállate imbécil -dijo el mafioso amenazando con la mirada- ahora tendréis que matarla. 
Julia suspiró. La situación era complicada, ella no era la única víctima. Con su muerte, habrían otras tantas, y como profesional que era, no podía dejar que eso ocurriese. Tenía que aprovecharse de la ingenuidad de los agresores, aún tenía su arma entre las manos, la notaba, pero no podía hacer ni el mínimo gesto. El mafioso, no soportaba la osadía de Julia, dio unos cuantos saltitos mientras ladeaba su cabeza. Mostró sus puños y los bajo mientras se acercaba. Los ojos de estos se quedaron a unos cuantos centímetros:

     -Te gusta jugar a ser adulta, pero yo voy a situarme a tu edad, a contarte historietas, de esas que le cuento a los policías y que se creen, porque somos hombres, nos entendemos entre nosotros -le susurró- el cuento es "ellas querían, vinieron a mí", pero la realidad es, que una vez que pisas este lugar, si eres mujer, nunca sales de aquí, mi tierra mis reglas.

      -Suena a una llena de lagunas e inseguridades -murmuró Julia- ¿Tienes algún problema con tu polla?

El mafioso le aplaudió por su respuesta, mientras su secuaces se reían. Él explicó que el tamaño no importaba, mientras las drogas estuvieran por en medio y que cualquier cosa podía servir, con tal de hacer sufrir a sus víctimas, uno de los otros hombres, sacó una porra y empezó a jugar con ella, moviéndola en círculos:

      -Ni os valéis con la polla ni con la mano, empiezo a ser consciente de vuestros problemas, y es que no podéis hacer nada por vosotros mismos.

Los juegos del mafioso cesaron, la presa había picado. Se volteó y caminó hacia ella. Levantó su mano, intentando golpearla, pero ella fue más rápida. Tomó su brazo, lo volteo y dobló contra su espalda, lo rodeó con sus brazos y dio dos balazos certeros, directos a la frente de cada uno de sus acompañantes. Cayeron de bruces, formando un gran charco, que se acercaba a los pies de cada uno:

      -¡Quién cojones eres! -gritó mientras forcejeaba con ella- ¡Parece que seas nueva por aquí!

    -No lo soy, pero nunca me has conocido cómo soy en realidad, señor Lisboa. Responde a la pregunta, dónde se encuentran.

Insistió en que debería matarlo, así que lo cogió con más fuerza. De repente, noto una leve presión en su rodilla y como era lanzada por los aires. Su espalda aterrizó en medio del charco de sangre, notando el olor y la humedad que está desprendía. Lisboa se puso en guardia, mientras la insultaba. Julia hizo caso omiso a las ofensas, se puso en pie, dándole la espalda y caminando hacia la salida:

      -¡¿A dónde crees que vas?! -gritó frustrado-

Le escuchó correr, se volteó, ladeandose y alzó su rodilla, tomó sus hombreras de la americana, acercando su torso a su rodilla y lo golpeó con todas fuerzas. Sintió como algo se rompía dentro de él, escupió un gran chorro de sangre y emplazó una de sus rodillas en el suelo, mientras mantenía el equilibrio con una de las manos:

      -¿Dónde quedó toda esa chulería? -grito Julia mientras le pateaba la cara- 

Quedó tendido en el suelo, que al ver que esta se volvía a acercar, se arrastró como pudo, con tal de huir. Julia lo tomó del cuello de la camisa:

       -Voy a ser buena, dándote una oportunidad, dónde se encuentran. 

El señor Lisboa parecía dispuesto a hablar, pero solo le escupió en la cara y comenzó a reírse. Escuchó ruido en la cocina, lo tiró a un lado, cogió su arma y corrió hacia allí. El congelador industrial estaba abierto de par en par. Aquello hizo que tuviese un nudo en la garganta. Un grupo de chicas, se encontraban sentadas en su interior, magulladas y asustadas de verla con un arma. Intentó calmarlas, pero era imposible, les pidió que salieran, que estaban a salvo, pero no surgió efecto. Al ver que no saldrían, decidió volver y encargarse de Lisboa. Vio como intentaba ponerse de pie y antes de que lo consiguiera, pateó su costado:

        -Solo ganabas tiempo para que huyesen -piso la muñeca y giro su tobillo para generar presión- ¿Qué escondías junto a las chicas?

Solo le dedicó una sonrisa, que hizo que se pusiera más nerviosa. Él se incorporó, diciendo que cómo se sentía estar al límite de la situación:

       -¿De verdad creías que no notaba cómo intentabas empujarme? -preguntó Lisboa- ¿No te dije que no era gilipollas?

Julia lo apuntó con su arma, Lisboa puso su frente en el cañón, diciendo que él era solo un eslabón, de una red que la acabaría aplastando:

        -¡Dispara! -le gritó, haciendo que se sorprendiese- 

Julia emplazó su dedo en el gatillo, decidida a hacerlo, pero antes de que pudiera apretarlo, notó que alguien se abalanzaba sobre ella, el disparo se efectuó y miles de cristales rotos se escucharon. Cuando volvió a abrir sus ojos, Yaron estaba encima de ella, sujetando sus manos. Vio a Carmen correr hacia la cocina, notificando que esa zona estaba fuera de peligro.

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